MANIFIESTO HARTISTA
Contra el anti-arte, el conceptualismo, la impostura y el culto al artista
ególatra.
El arte es de todos.
1.
Estamos HARTOS del arte oficial. Ese arte, sus artistas y su entorno se han
vuelto tan soberbios, tan vanidosos, que creen vivir por encima del mundo,
ocupados sólo en mirarse el ombligo, y debatir sobre el sexo de los ángeles.
Aquí abajo, los hartistas trabajamos con nuestras manos, en y para el mundo
real, haciendo del arte nuestro día a día y buscando en él nuestro sustento. El
Hartismo es una apuesta por la humildad, la honestidad y la sencillez. Para los
hartistas el arte es una profesión más, ni divina ni especial, y como en
cualquier otra profesión la excelencia se logra sólo tras años de práctica seria
y continuada.
2.
Estamos HARTOS de elitismo, de que el arte sea sólo para unos pocos
privilegiados. Queremos que el arte sea devuelto al público, a las calles. Que
salga de su encierro e impregne de nuevo la vida cotidiana, embelleciendo
cornisas, farolas, rótulos... Rechazamos las galerías y museos elitistas del
arte oficial, a los que nadie entra; salas vacías e impolutas, como templos de
un dios inaccesible. Queremos salas acogedoras, con asientos cómodos donde ver
los cuadros de cerca, charlando tranquilamente mientras se toma un café.
3.
Estamos HARTOS de dejar que sólo opinen gurús y “expertos”. El Hartismo anima al
público a que opine libre y sinceramente sobre arte, y más sobre el arte actual.
Porque el arte es de todos, también de quienes lo pagamos con nuestros
impuestos. La mayor parte de las personas se ríen en confianza de los
estrambóticos montajes que el Poder presenta como arte. ¿Por qué hacerlo sólo en
privado? Riámonos abiertamente del arte oficial, de las cosas pretenciosas,
ridículas y huecas que las pretenciosas, ridículas y huecas mentes de
comisarios, artistillas y políticos nos presentan como Arte con mayúsculas.
4.
Estamos HARTOS de oír una y otra vez la consigna interesada de que el arte ha
muerto, la pintura ha muerto. La evidencia es otra; lo que vive pese a todas las
dificultades, pese al ninguneo de que es objeto, es la pintura. En cambio, lo
que necesita inyecciones constantes de dinero público para sobrevivir son las
“modernas” manifestaciones del arte oficial. Los hartistas estamos hartos de que
el dinero público se destine a sufragar actividades extravagantes, propias de
una atracción de feria, que avergüenzan a la mayoría de la población, que es
quien las paga, y no gustan a nadie. Actividades y actitudes que están logrando
desprestigiar al arte actual y a los artistas que queremos practicar nuestra
profesión con seriedad.
5.
Estamos HARTOS del anti-arte. Partiendo de una idea jocosa de Duchamp en
determinado momento histórico, el anti-arte ha llegado a ser el nuevo
academicismo, el nuevo arte oficial. Justo el enemigo contra el que se acuñó el
término. El propio Duchamp rechazaba que sus Ready-Made se tomasen como arte...
nosotros preferimos creer a Duchamp que a sus exégetas.
No tendríamos nada contra el anti-arte si no fuera por un pequeño detalle: el
anti-arte no quiere convivir con el arte; tiene como propósito su negación, y
necesita exterminarlo para poder ocupar su lugar. Los anti-artistas saben que si
hay arte cerca nadie presta atención al anti-arte: ante un cuadro y una lata de
caca todo el mundo prefiere un cuadro. Por eso, los anti-artistas necesitan
convencernos de que la pintura no vale, de que hay que despreciarla,
exterminarla o al menos arrinconarla en un lugar olvidado para que podamos
valorar como si fuera arte lo que ellos “hacen”. Por eso gastan tanta tinta y
saliva en discursos. Tienen largos y enrevesados discursos sobre muchos temas:
sobre la muerte del arte, sobre lo desfasada que está la pintura, sobre lo
superada que está la belleza... Tras casi un siglo desde su primera aparición,
el anti-arte prácticamente ha monopolizado la atención mediática, invade las
escuelas y desvía hacia sí la mayor parte del dinero público invertido en las
artes. Poco a poco está logrando su objetivo: va arrinconando al arte,
suplantándolo en todas sus facetas: artistas, obras, salas, críticos... todo
tiene su versión anti-artística que sustituye a su equivalente artístico. Los
hartistas estamos hartos de este crimen tolerado y hasta alentado por la
oficialidad, y denunciamos esta suplantación parasitaria. El Hartismo es un
movimiento anti-anti-arte. Porque no es posible convivir armoniosamente con un
cáncer agresivo, que devora el cuerpo desde dentro. Es necesario luchar contra
él, encontrarlo, aislarlo y extirparlo para que no siga avanzando y llegue a
matarnos. No obstante, el Hartismo, como muestra de buena voluntad, está abierto
a recibir a los anti-artistas que quieran reciclarse, aprendiendo técnica e
intentando ser sinceros por primera vez en su vida.
6.
Estamos HARTOS del conceptualismo. Todo el mundo tiene miles de ideas cada día,
muchas de ellas geniales. Nada más corriente que tener ideas. Lo que distingue
al artista es la capacidad de sacar partido a las ideas creando obras valiosas
de por sí. La idea es un pretexto para llegar a una obra, y no al revés.
7.
Estamos HARTOS de que cualquier cosa se nos pueda presentar como arte. Si algo
necesita estar expuesto en una galería y necesitamos que además nos expliquen
una serie de ingeniosas historias para que podamos entenderla y considerarla
como obra de arte, es que eso no era arte, sino una refinada tomadura de pelo.
Una lata llena de caca es tan sólo una lata llena de caca, por más filosofías de
andar por casa que la adornen.
También rechazamos enérgicamente la idea de que el proceso es más valioso que la
obra, de que sólo el valor “performático” constituye el hecho artístico. Es
evidente que todas las artes tienen un proceso, y hasta un rito. Incluso un
fontanero reparando un desagüe roto sigue un proceso fascinante y no exento de
ritual. Pero el proceso, el rito, sólo tiene sentido porque al final se llega a
un resultado. Nadie se come el emocionante proceso de la preparación de la
tortilla de patatas, sino la tortilla.
8.
Estamos HARTOS de que se utilice la originalidad, la novedad o “modernidad” como
patrones con los que medir el valor de las obras de arte y los artistas.
Conceptos entendidos de forma perversa y profundamente estúpida, como valores
absolutos, cuando dependen totalmente de la cultura -o mejor, incultura- de
quien observa. Lo que los grandes gurús del arte oficial consideran novedoso es
siempre algo ya repetido millones de veces a lo largo de la historia reciente.
Como la moda, el arte oficial está llegando a una reiteración grotesca de
formas, maneras e ideas que insulta a la inteligencia. Se sigue considerando
atrevido, transgresor, rupturista o arriesgado lo que una simple mirada al
pasado evidencia como trillado, agotado, viejo y ortodoxo, siempre fiel a los
cánones del arte oficial más carca, revenido y casposo. Se niega en cambio la
originalidad a una pintura, una imagen única, fruto de un encuentro único entre
un artista y unos materiales que permiten una interacción también única,
irrepetible.
9.
Estamos HARTOS de la importancia que se le da a los estilos, a los -ismos.
Pintar es un acto personal y cada persona es única. Las etiquetas son sólo una
manera de ordenar el conocimiento que la Historia del Arte construye, y a los
artistas deberían importarnos bien poco. Creemos que lo importante no es pintar
según un estilo u otro, sino hacerlo “con estilo”, es decir, bien.
10.
Estamos HARTOS de que los que no utilizan sus manos se autodenominen artistas.
Para ser artista hay que pintar, esculpir, dibujar... no basta con pensar. Ya
nos hemos cansado de los caraduras que no dan un palo al agua y se convierten en
artistas por la Gracia Divina o por la del gurú de turno ¡El arte para quien lo
trabaja!
11.
Estamos HARTOS de trascendentalismos. Los hartistas pintamos porque pintar es lo
importante. Pintar no necesita sesudas justificaciones ni excusas. Es una
necesidad y un placer. Sólo dibujar y pintar día a día nos hace artistas. A los
que tienen dudas sobre este particular los animamos a dedicarse a otra
profesión, hay gran demanda de charlatanes entre los políticos y los vendedores.
12.
Estamos HARTOS del desprecio a la tradición. Porque el ser humano construye
siempre a partir de lo conocido. Rechazar la tradición artística es rechazar la
posibilidad de innovación, al rechazar toda referencia, todo apoyo; los
hartistas no somos tan estúpidos. Nuestro movimiento no es una vanguardia, pero
tampoco una contravanguardia. Los avances aportados por las vanguardias
históricas ya han sido integrados en la tradición pictórica hace décadas por
artistas de talento. Y esta tradición, enriquecida por las aportaciones
vanguardistas, constituye la base de nuestra cultura artística común y nuestro
acervo técnico actual. El Hartismo no aspira a ninguna ortodoxia: el artista
tiene total libertad de utilizar todos los recursos a su disposición, que por
suerte son hoy muy abundantes.
13.
Estamos HARTOS de la visión sesgada que se está dando de la historia del arte
del siglo XX (y XXI). Es necesario, por el bien del arte y la dignidad de la
profesión del historiador del arte una revisión crítica y en profundidad de los
postulados sobre los que descansa el relato histórico. Creemos que la Crítica de
Arte, con sus teorías vistosas pero interesadas, ha logrado someter no sólo a
los artistas, sino a la misma Historia del Arte: se sigue sobrevalorando la
importancia de las vanguardias del siglo XX, minimizando el hecho de que se han
agotado y muerto en seguida y han sido resucitadas y mantenidas con vida
artificialmente. La evidencia documental es apabullante, tan sólo es preciso que
los historiadores hagan el trabajo pendiente, registrando los cientos de
pintores notables que han estado trabajando e influyendo en sucesivas
generaciones de pintores figurativos hasta nuestros días, sin alinearse
exactamente con vanguardia alguna.
La historiografía oficial, que se plantea el arte del siglo XX como una sucesión
vertiginosa de movimientos vanguardistas cada vez más extremos es forzada,
artificial, basada en una ideología (el vanguardismo) y no en la narración
objetiva de los hechos. Los artistas “fuera de su época” son legión. Ben Shahn,
Hopper, Balthus, Guttuso, Hockney, Freud, Kitaj... suelen quedar aislados como
individualidades frente a la vanguardia dominante, cuando constituyeron en
realidad lo vivo, lo dominante, mientras que lo que cada vez estuvo más aislado
y muerto fue el arte oficial ultravanguardista.
14.
Estamos HARTOS de que se desprecie y extirpe siempre la belleza de todo discurso
pretendidamente artístico. Para el Hartismo la belleza es el objetivo último del
arte. Rechazamos la pobreza formal del arte oficial, y el esteticismo inverso
que hace del cutrerío y la fealdad infinita la máxima aspiración. Esto no
significa que nuestro arte se base en viejos esteticismos revenidos, ñoños,
cursis. Los temas crudos y desagradables también tienen cabida en el arte
hartista. Es la preocupación por lograr una forma armónica, bien construida, lo
que los hartistas consideramos principalmente búsqueda de la belleza.
15.
Estamos HARTOS de la pomposa gloria vana, los premios, las bienales, los
catálogos y la adulación, que constituyen el objetivo vital de los artistas
oficiales. Gente sin vocación, sin oficio, con una vida volcada en las reuniones
sociales, lejos del placer de dibujar, del misterio de la pintura, del
descubrimiento de nuevos mundos en su interior. Lejos, en definitiva, del olor y
el tacto de los materiales del taller. Por el contrario, el éxito para un
hartista es poder levantarse cada mañana y pintar. Disfrutemos tocando las
cosas, creando con las manos: manchémonos.
16.
Estamos HARTOS de artistas pagados de sí mismos, que han perdido la ilusión de
investigar, de aprender, de maravillarse cada día. El Hartismo considera que el
deber del artista es superarse siempre, siempre aprender.
17.
Estamos HARTOS del sistema actual de enseñanza en muchas de las escuelas de arte
oficiales. El aprendiz de artista necesita más la práctica que la teoría, pero a
nuestros jóvenes se les llena la cabeza de palabrería hueca e inútil,
descuidando sin querer -o a propósito- la enseñanza técnica que permitiría
desarrollar sus habilidades. Reivindicamos el valor del dibujo y específicamente
el dibujo del natural como base de todas las artes visuales; si algo se debe
exigir a un estudiante de arte es que dibuje obsesivamente, hasta dominar la
técnica que le servirá para expresarse. No entendemos que se niegue a los
estudiantes ese derecho. Tampoco compartimos la valoración del expediente
académico por encima de la preparación artística.
18.
Estamos HARTOS de la fascinación por las nuevas tecnologías. Los nuevos
materiales y técnicas, las tecnologías informáticas o audiovisuales no nos
apabullan ni deslumbran, simplemente son parte de la realidad de nuestros
recursos actuales, y los utilizamos con normalidad como una herramienta más. A
más de un siglo de distancia de la primera película, a más de 40 años de
distancia del primer ordenador, es una verdadera estupidez seguir babeando por
descubrir que el vídeo o la informática existen. Estamos hartos de que la
fascinación bobalicona por el medio o la técnica utilizada cieguen el sentido
crítico de todos, haciéndonos tragar bodrios infumables en aras de la supuesta
novedad o ingeniosidad del medio utilizado.
19.
Estamos HARTOS del eternamente naciente “arte nuevo”. El nacimiento de
verdaderas nuevas artes será siempre bienvenido. Pero no hay razón objetiva para
multiplicar las categorías, creando nuevas artes como “performance”,
“instalación” o “videoarte”: entes borrosos que nunca terminan de independizarse
del seno de las artes tradicionales. Cuando algo realmente nuevo llega -como en
el siglo pasado el cómic o el cine- se abre camino por sí mismo sin deber su
existencia a una indefinición nebulosa. En su mayoría estas supuestas nuevas
artes son maneras de esconder la incapacidad de crear buen teatro, buena
escenografía, buen cine o en definitiva, buena pintura.
20.
Estamos HARTOS de que se siempre se nos tache de minoría. Aunque los fundadores
del Hartismo somos gallegos, el Hartismo es una tendencia con vocación
universal. No somos cuatro locos aislados en el noroeste peninsular contra la
tendencia general; realmente, la mayor parte de la gente piensa parecido a
nosotros, aunque no se atrevan a decirlo. Nuestro movimiento está afiliado al
Movimiento Stuckist (www.stuckism.com), que lleva desde el año 1999 contestando
al arte oficial y hoy está presente en 40 países, con más de 160 sedes
repartidas por todo el mundo. El hartismo incluye a todas las artes y a todos
los aspectos de la cultura, aunque comience como la revuelta de unos pintores.
El Hartismo es un punto de partida pero también un objetivo. Queremos recuperar
la normalidad, la sinceridad y la sencillez de nuestra profesión. Que pintar sea
sólo pintar, sin extravagantes ropajes que disfrazan al arte de lo que no es.
Aspiramos a ser el niño en el cuento “El Traje Nuevo del Emperador”, diciendo a
la sociedad lo que todos piensan pero nadie se atreve a decir.