Abad San Clemente
Miniaturista
Texto traducido de "las vidas de los mas excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos desde Cimabue a nuestros tiempos", descritas por Giorgio Vasari, Edición Torrentina de 1550
Raras veces sucede, si uno es de espíritu bueno y vida ejemplar, que el cielo no le provea de amigos excelentes y viviendas honradas, y que por las buenas costumbres el suyas no sean en vida veneradas, y en muerte añorados, por quienes lo conocieron, como le sucedió a Piero della Gatta, abad de San Clemente de Arezzo, sobresaliente en distintas cosas y de buenas costumbres sobre todo.
Este fue monje de la orden de los Ángeles, que en su juventud fue un miniaturista singular y dotado para el buen dibujo, como dan fe las miniaturas trabajadas por él a los monjes de Santa Flora y Lucila en la Abadía de Arezzo; y aún en San Martino, en el Duomo de Lucca.
Era muy amigo en su tiempo del Padre General de Camaldoli, que fue Mariotto Maldoli aretino, el cual al parecer consideraba a Piero persona por su virtud que merecía tal beneficio, liberalmente se lo ofreció, y aquél como reconocimiento trabajó a continuación muchas obras para esta orden.
Vino la peste en 1468 (hay atestiguado un brote entre 1478-79), y no pudiendo entonces practicar mucho, el Abad se dio a pintar grandes figuras, y la primera fue un San Roque, que hizo en tabla a los rectores del cofradía de Arezzo, en la sala de audiencia está colgada; en la cual está encomendando a la virgen al pueblo aretino (#).
Y en muy pocos meses aprendió muy bien a trabajar en tabla y al fresco en paredes, y trabajando mucho, llegó a pintor excelente y raro.
Hizo en Arezzo un tabla, en San Pedro, donde están los monjes servitas, dentro con un angel Rafael, y aún trabajó el retrato del beato Iacopo Filippo de Piacenza (en San Piero Piccolo, Arezzo, ¿es ésta la imagen? #).
Lo llevaron a Roma a la capilla de Sixto IV, y en compañía de Luca de Cortona y Pietro Perugino trabajó una de las historias (#).
Y vuelto a Arezzo hizo en la capilla de Gozzari, en el obispado a un San Jerónimo en penitencia (#), el cual terminó flaco con los ojos puestos atentamente en el crucifijo mientras se golpea el pecho, donde mucho se conoce cuánto ardor en aquél le consumía las carnes mientras le atormenta la virginidad. Y para esta obra pintó una peñasco muy grande, con algunas grutas en otras piedras, y en las cavidades hizo las historias y episodios de San Jerónimo.
A continuación trabajó en San Agustín, en dicha ciudad, una capilla a las monjas de la orden terciaria, al fresco donde está una Coronación de la virgen, muy elogiada y muy bien hecha. Y bajo otra capilla en una gran tabla, una Ascensión con algunos ángeles (#), que llevan unos tejidos sutiles, y realmente se tiene por muy elogiada esta pintura, por trabajarla al temple, con orden y dibujo, y llevada con diligencia extraordinaria.
En la Abadía de Santa Flora, en dicha ciudad, está en una capilla a la entrada de la iglesia, por la puerta principal, un San Benito (al parecer solo queda un san Lorenzo #) con otros santos, terminado con gracia, con buena práctica y con dulzura.
En esta ciudad era adorado y reverenciado, porque no valía solamente en la pintura, sino también en otras artes que buscan industria y talento.
Se produjo en su tiempo que vino el Obispo aretino Gentile de Urbino muy amigo de la virtud, y de continuo vivían juntos. El obispo, que se divertía siempre con cada virtud, le hizo pintar en el palacio suyo una capilla, en la cual hizo un Cristo muerto y sobre una galería retrató al obispo y así mismo incluso con algunos canónicos de la ciudad. Le hizo hacer en el Duomo viejo en las afueras de Arezzo una capilla, una parte pagó el obispo y otra parte los obreros, con una Misericordia con algunos ángeles encima, con algunos tejidos blancos sutiles que envuelven su desnudez, todo muy hermoso. E hizo un San Sebastián y un San Roquo con redondos en claroscuros, y dentro con historias de ellos.
Trabajó además para toda la ciudad en distintos lugares, como en el Carmine tres figuras, y la capilla de las monjas de Santa Ursulina, e infinitas obras, que al presente aún se pueden ver por esta ciudad.
Y en Castiglione Aretino en la parroquia de San Giuliano una tabla al temple en la capilla del altar mayor, donde está la virgen muy hermosa, un San Julián y San Miguel (#), con las figuras muy bien trabajadas y muy bien conducido, sobre todo el San Julián, que al tener clavados los ojos al Cristo que está en los brazos de la virgen, parece que además se aflige de matar al padre y la madre.
Del mismo modo una capilla un poco más abajo, de su mano en un portillo de un órgano viejo, en el cual pintó a un San Miguel, tenido por cosa maravillosa, y en brazos de una mujer un muchacho con el refajo (#), que parece vivo vivo.
Hizo en Arezzo a las monjas de las Murallas la capilla del altar mayor, pintura ciertamente muy elogiada, y en el monte San Savino un tabernáculo en frente al palacio del Cardenal de Monte, que se tuvo por muy hermoso.
Y en el Burgo San sepulcro en el obispado hizo una capilla (#), por lo que tuvo un gran elogio y útil ganancia.
Fue persona muy tratable, atento y amante de todas las virtudes, con el talento muy adaptable, además de tantas otros cualidades, era un músico excelente y hacía los órganos de plomo de su mano. Y en Santo Domingo se ve aún uno de cartón de su mano, que siempre ha tenido un suave sonido. En San Clemente tenían otro también de su mano, donde había hecho el órgano en cumbre y el teclado abajo en el coro, y esta consideración vino, porque él había sido de los pocos monjes que deben cantar en el coro, y querían que el organista cantara y tocara.
Ese lugar mucho mejoró con sus frescos y pinturas, rehaciendo la capilla principal de esta iglesia donde estaba este órgano, y para la iglesia muchas otras pinturas; las cuáles perdidas fueron, juntas con la iglesia y el convento al derrumbarlos, que así lo quiso el ilustre duque Cosme de Médicis para fortificar y embellecer destruyendo dicha iglesia a un tercio y la puerta de Santo Spirito de la ciudad, demoliendo muchas casas de ciudadanos, juntas con la cuarta parte de un coliseo antiguo y consumido detrás del convento de San Bernardo y las últimas reliquias del teatro bajo la ciudadela.
Pero volviendo al Abad, que fue de parca vida y de buenas costumbres, y dejó a su discípulo en la pintura, Matteo di Ser Iacopo Lappoli aretino, muy práctico, quien al imitar su manera, se mereció elogios, como da fe en la parroquia bajo el púlpito, donde se predica, un Cristo con la cruz, e infinitas otras pinturas de su mano. Y en compañía dejó a Domenico Pecori, quien terminó muchas obras suyas incompletas, como en San Pietro de esta ciudad la tabla de San Fabiano y San Sebastián de los Bonucci (#), y la tabla de San Antonio (En la sacristía del Duomo de Arezzo, No doy con la imagen), y la Capilla de San Justino, conducida con su proyecto. Era Domenico persona rica, e hizo el arte de la pintura más por afición que por necesidad, por lo que siempre hacía su trabajo en compañía. Hizo en Arezzo en la iglesia de santa Trinidad una tabla que un español coloreó (Fernando Yañez de Almedina #), y del mismo modo en la parroquia la Capilla de la Virgen, y otra, que fue la última, para Micer Donato da Chian en el obispado (#), que Campana Sanese (¿?) acabó, que es cosa elogiada. Se dedicó a continuación a las vidrieras, e hizo tres para el obispado, el trabajo de una de ellas, fue arruinada por la artillería en las guerras. Estuvo aprendiendo con él Ángelo de Lorentino, pintor que tenía mucho talento, y que trabajó el arco sobre la puerta de Santo Domingo, y que si hubiera tenido ayuda, habría llegado a ser un buen maestro.
Murió Pietro a la edad de 83 años y de mal agudo en el pecho, que a esta ciudad le causó muy gran dolor, sobre todo dejando a su muerte sin terminar el templo de la virgen de las Lágrimas, al que había hecho el modelo, y que otros terminaron a continuación.
Merece pues muchos elogios, por el arte de miniar, así como por la arquitectura, la pintura y la música. Le dieron sepultura sus monjes en San Clemente, su Abadía. Y mucho se le consideró siempre sus cosas en esta ciudad, por lo que tuvo este epitafio:
PINGEBAT DOCTE ZEVSIS CONDEBAT ET AEDES
NICON PAN CAPRIPES FISTVLA PRIMA TVA EST.
NON TAMEN EX VOBIS MECVM CERTAVERIT VLLVS
QVAE TRES FECISTIS VNICVS HAEC FACIO.
aprox: Pintaba magistralmente Zeuxis, Levantaba templos Nicón, y tuya es caprino Pan la primera flauta, pero no podreis competir conmigo, pues yo solo hago lo que los tres
Murió en 1461 (muy alejado, 17/12/1502, no corrige en la Giuntina). Añadió al arte de la pintura con la miniatura esta belleza que es, a la manera vieja, que se vio a continuación solo en del obra de Girolamo Paduano, hechas en Santa María Novella de Florencia, donde hay libros que él iluminó, y en Gherardo miniaturista, discípulo, como en el elogiado florentino Vante, y en Girolamo Milanese, que hizo maravillas en Milán su patria.