Andrea del Sarto
Pintor florentino
Biografía
traducida de "las vidas de los mas excelentes arquitectos, pintores
y escultores italianos desde Cimabue a nuestros tiempos", descritas
por Giorgio Vasari, Edición Torrentina de 1550
Es tener mala fortuna,
cuando nace un buen talento con un juicio perfecto en la pintura,
al que le conocernos unas excelentes y dignas obras de elogio, el verle
a continuación enviciar su modo de vida, y no poder moderar sus hábitos.
Ciertamente quienes le quieran, se muevan a compasión, y se aflijan del
mal al ver que perseverase en ello, y muchos más cuando se conoce
que no teme, y los estímulos que se le aportan para su elevado
talento que debería considerar el honor y la vergüenza. Es de esperar
que quien no estima su virtud, con nobleza de hábitos y con el esplendor
de una vida honesta y honrada, no la pone en práctica. Nacido de
baja cuna con su sombra mancha sus trabajos, que no logran distinguirse
por ello de los otros. Para que los que continuando la virtud, deberían
considerar el grado en que se encuentra, y odiar lo que cause vergüenzas
y hacerse honrar de continuo, como se busca la excelencia de las obras
que se hacen, resistiendo los cansancios, porque no tengan defectos; de
similar manera debería actuar en la vida, dejando buen renombre
de aquélla, como se hace con otra virtud. Porque quien descuida las cosas
suyas, dan ocasión de truncar las vías del renombre y la buena fortuna,
cayéndose por satisfacer el deseo del apetito que rápidamente cae en disgusto,
alejando al prójimo de él, y que con el tiempo viene a ser rechazado del
mundo, y en vez de elogios que se espera, todo ello en desaprobación
y culpa se convierte. Donde se conoce que quienes se lamentan, por no
tener fortuna ni recompensa de los hombres, culpándolos por ser
enemigos de la virtud. Y
digo que si quieren reconocerse apréciense mérito por mérito, y encontrarán
que no se alcanza más por realmente defectos o mala naturaleza
de ellos, que por culpa de aquéllos. Porque no es que no estén remunerados
siempre, sino al menos en ciertas ocasiones para poder servirse de ellas.
Pero el mal de estos hombres, los cuales ciegos en el deseo propio, no
les deja conocer el momento cuando la ocasión propicia se les presenta,
que si la siguiesen, harían capital cuando
viene, y no tendrían los desordenes, que a menudo más por
culpa de ellos mismos en los que caen, sin
creerse desdichados.
Como estuvo en la vida más que en el arte, el muy excelente pintor Andrea del Sarto (del sastre por su padre) florentino, que deudor de la naturaleza por su talento raro en la pintura, si hubiera tomado una vida más civil, y se hubiera honrado, y no se hubiera descuidado él y a sus próximos, por el apetito de una mujer (#, su propia mujer) que le tuvo siempre pobre y caído, habría vivido de continuo en Francia, donde le llamó este rey (Francisco I) que adoraba sus obras y le estimaba mucho, y lo hubiera remunerado muy bien. Pero por satisfacer el deseo del apetito de ella y él, volvió y vivió siempre vilmente. Su trabajo nunca lo sustentó más que suficientemente, y al final de sus días cerca de la muerte fue abandonado. Pero comencemos por el principio.
Nació el año 1478 (1486 dice la partida de bautismo, aunque no tiene que coincidir con la de nacimiento) en la ciudad de Florencia de una persona de bien, llamado de sobrenombre "el sastre," del arte que hacía, un hijo cuyo nombre fue Andrea. Quién de muy agudo talento y vivaz, el arte de coser no se lo planteó en la pobreza. Y a la edad de siete años fue llevado desde la escuela donde aprendía a leer y puesto al arte de orfebre. En donde con mucha más facilidad y dibujando de buen grado, lo que los otros trabajaban por dinero pues le divertía trabajar. Se produjo que Gian Barile pintor florentino, (y cantero jefe de obras en Santo Spirito) hombre grande en la pintura, viendo dibujar a este niño, quedó muy satisfecho quien se las ingenió para llevárselo con él, para sus necesidades. Y Haciéndolo abandonar al orfebre, se lo llevó al arte de la pintura. Cuál probando a Andrea, y conociendo que la naturaleza para eso lo había creado, en pocos meses comenzó con los colores cosas pendientes de Gian Barile conviniéndole mucho pues de día en día hacía maravillas. En tres años de muy buena práctica, dibujando de continuo, y conociendo Gian Barile el talento de este niño, y que si esperaba y seguía en el arte tendría éxito, habló con Piero di Cosimo, tenido entonces de los mejores pintores que había en Florencia, y colocó a Andrea. Quién deseoso de enterarse del arte, no dejaba de ejercitarse de continuo, a sabiendas de que la naturaleza había hecho nacer realmente un pintor, toca los colores, manejándolos con tanta gracia, que Piero lo quería mucho. Los días de fiesta y cuando tenía en conveniencia, iba a dibujar en compañía de muchos jóvenes a la sala del papa, donde estaban (convento de Sta.Maria Novella) los cartones de Miguel Ángel Buonarroti y de Leonardo da Vinci. Y aún que los otros fueran buenos dibujantes, tanto lugareños como forasteros, con Andrea dibujando no tenían parangón aunque solo fuera un adolescente. Estaba entre los otros dibujantes Francia Bigio pintor, qué era persona muy buena y que, viendo la manera de dibujar de Andrea, tomó amistad con él. Y en una confidencia Andrea le dijo: que el raro de Piero que era ya viejo, y que no lo podía soportar más y que quería tomar una habitación sin él. Francia también tenía necesidad, pues Mariotto Albertinelli su maestro, había abandonando el arte de la pintura, y de común voluntad y en conveniencia de uno y otro tomaron una habitación en la Plaza del Grano, y de esto trabajaron, muchas obras juntos. Entre ellos estaban las cortinas que cubren las tablas del altar mayor de ´Servi, encargadas por una sacristán que era pariente cercano del Francia. Pintaron (¿en las cortinas?, están perdidas), a la vuelta del coro, la Anunciación, y enfrente, una Deposición de la cruz, similar a la que pintaron en tabla Filippo y Piero Perugino; y que terminada gustó a la hermandad y a los del arte.
Reuníanse en Florencia en las alturas de la casa del Espléndido Ottaviano de Médici, frente al jardín de San Marcos, una Compañía llamada el descalzo, con San Juan Bautista de patrón, construida por aquellos días de muchos artesanos florentinos; y entre otras cosas habían hecho, una muralla con un patio rodeado de columnas no muy grande, ya que aún siendo pobres de dineros, eran ricos de espíritu. Donde al ver algunos, que Andrea tomaba grado en el arte de la pintura, le ordenaron que hiciese alrededor del claustro en doce cuadros al claroscuro, es decir de terretta al fresco, la historia de la vida de San Juan Bautista. Puesto a ello, les hizo la primera, cuando San Juan bautiza a Cristo (# ??) y la llevó con gran diligencia. Historia con la que adquirió tal fama y crédito, que muchas personas le encargaron obras. Consideraban que con el tiempo, sería muy honrado y alcanzaría un gran nombre, tal como prometían al principio sus obras.
En este tiempo se había construido, a las afueras de la puerta de San Gallo, la iglesia de San Gallo, de los monjes Ermitaños, seguidores de la regla de San Agustín, que estaban cada día, pidiendo tablas pintadas a los artistas, para las nuevas capillas de la iglesia. Y le encargaron a Andrea, que hizo una de Cristo, cuando con forma de hortelano se aparece a María Magdalena, (#) y de color llevó toda esta obra, con morbidezza, unidad y dulzura en todo. Que fue causa que en poco tiempo hiciese a continuación otros dos. Y dicha tabla está fija hoy en la esquina de Alberti, en San Jacobo entre Fossi. Mientras Andrea y Francia seguían haciendo cosas, y creciendo en renombre y espíritu, tomaron nuevas habitaciones cerca del convento de los Servi de la Sapienza. Y no paso mucho que Iacopo Sansovino entonces joven, que bajo la disciplina de Andrea del Monte Sansovino su maestro, se enteraba del arte de la escultura, y que tomó con Andrea mucha amistad, tanta, que día y noche permanecían juntos, y de tanto discurrir en la atribución y en las dificultades del arte, que en Iacopo dio estos frutos que se vieron a continuación en Florencia, Roma y en Venecia, en las maravillosas y las bellas obras suyas, tanto en mármol cuánto en bronce, y otras muy ingeniosas hechas en arquitectura.
Estuvo entonces en el convento de los Servi, despachando las velas, un monje sacristán, llamado fray Mariano del canto alla Macine, que tenía juntados algunos dineros de limosnas y considerando el deseo que tenía Andrea, pensó hacer buena compra de arte, intentando como cosa de honor, mostrar en cosa de caridad como de quererlo ayudar, resultándole útil el darlo a conocer, y por otro lado se presentaba la ocasión de dejar de ser pobre, y así. Ya muchos años antes, en el primer patio de los Servi, hizo Alesso Baldovinetti en la fachada junto a la anunciación, una Natividad de Cristo (#), y Cosimo Rosselli, había comenzado en otro parte del patio una historia, de San Felipe fundador de la orden (que no, dicen) tomando los hábitos; terminada la historia, por sobrevenirle la muerte, Cosimo no pudo seguir el resto. Pero tenía el monje un gran deseo de acabar el resto, y pensó de hacer que Andrea y Francia, que eran ya amigos venidos a contendientes en el arte, compitieran juntos y que hiciesen cada uno de ellos una parte; le hubiese servido esto muy bien, y ahorrado gasto, y ellos habrían aumentado el trabajo. Exponiéndole su idea a Andrea, lo convenció para que aceptase el encargo; con eso de que estaba en un lugar era público, y lo conocerían los forasteros tanto como los florentinos, sabiendo con cuánta frecuencia era visitada la iglesia por los milagros de la anunciación. Y que no debía pensar en el precio, sino en darse a conocer, Y al contrario por hacer las obras el suyas, más le debía rogar al monje que el moje a él. Y que no le era necesario esperar, porque el Francia para hacerse conocer le había ofrecido hacerlos, y que del precio que le diera lo que quisiera, decía. Fueron estas palabras muy vigorosos para hacer que Andrea aceptase el encargo, siendo de poco espíritu; pero esto último del Francia le hizo entonces aceptar y poner por escrito toda la obra, para que nadie se metiera por en medio. Al tenerle pues el monje embarcado, le dio dineros y convino que continuase la vida de San Felipe, y no logrando por precio otro que diez ducados por la historia, diciendo que se lo daba de lo suyo y que lo hacía por bien de Andrea, más que por útil o necesidad del convento. Terminó el trabajo que había aceptado por ese precio con enorme diligencia, y las primeras escenas que terminó y descubrió fueron estas tres: la primera, (#) cuando San Felipe ya monje viste en desnudo, y además, regañando algunos jugadores que juraban contra Dios y se burlaban de San Felipe por reprenderle, viene de pronto una centella del cielo, y dando sobre un árbol dónde bajo la sombra estaban, mata dos, y los otros, que con las manos encima, sorprendidos se lanzan hacia delante, otros se ponen en fuga gritando; dónde entre las otras figuras está una mujer, que del miedo por el trueno en fuga está aterrada, y un caballo libre que, que sintiendo el trueno, se pone a dar saltos temeroso y asustado, mostrando con ello el temor y miedo que causa lo imprevisible. En esta obra, y se conoce en cuanta variedad pensaba Andrea. Cosa bella para quien ejerce la pintura. En la tercera hizo cuando San Felipe expulsa el espíritu de un demonio en una mujer. Al descubrirse las pinturas, consiguió meritorios elogios para una obra similar a aquélla.
Y siguió Andrea animado por los elogios con dos pintura más en el mismo patio. En una cara cuando San Felipe está muerto en el ataúd, y alrededor sus monjes lo lloran, y tiene añadido un muchacho muerto también, que al hacerle tocar el ataúd donde está San Felipe, resucita. El cual imita, cuando se muere y cuando está vivo, con un arte muy vivo y muy bonito; Siguió con el último de ese lado, donde figuró cuando los monjes ponen ropas de San Felipe a los niños, donde retrató a Andrea della Robbia hábil escultor, que es un viejo que se ve inclinado vestido de rojo con una porra en mano, y del mismo modo retrató a Luca su hijo, y en el anterior cuadro dicho dónde está muerto San Felipe retrató a Girolamo hijo de Andrea, escultor entonces muy amigo suyo, el cuál está hoy en Francia, tenido entre los grandes de la escultura. Terminando aquel lado del patio, pareciéndole poco el precio y el honor demasiado decide despedirse, aunque el monje dio muchos lamentos. Quién para obligarlo no quería romper el contrato, si no le prometía hacer otros dos aumentándole el precio, aunque llegaron a un acuerdo estas quería hacerlas a su gusto. (98 florines, y 42 al final)
Y cada día siendo conocido de más personas, le fueron encargados muchos cuadros y cosas de importancia, y entre otros El General de los monjes de Valle Ombrosa para el refectorio del convento de los Salvi fuera de la puerta de la Cruz, le encargó, entre un arco y la fachada hacerles una última cena.(#) Comenzando, les hizo en cuatro tondos con cuatro figuras: San Benito, San Juan Guilberto, San Salvi Obispo y San Bernardo degli Uberti de Florencia, su monje Cardenal,(#) y en medio puso un tondo, dentro tres caras que eran la misma, reflejando la Trinidad; ciertamente una obra al fresco muy bien trabajada.
Ya se conocía a Andrea, y era tenido realmente como una persona importante en la pintura; tratando con Baccio de Agnolo le hizo el encargo de una obra pequeña al fresco, en la esquina de Or San Michele, cuando se desciende la cuesta que va hacia el Nuevo Mercado, esforzándose les hizo una Anunciación en miniatura, y aunque fuera bonita, no gustó mucho, aunque Andrea lo hacía bien sin esfuerzo dotado por la naturaleza.
Hizo muchos cuadros para Florencia y fuera, que no haré la mención de todos, señalaré los mejores, entre los cuales uno está hoy en las habitaciones de Baccio Barbadori, donde está la virgen entera con el niño al cuello, y Santa Ana con San José (La traducción de cátedra propone # Robado, dicen, y perdido el rastro, pero por las imágenes, se trata obviamente de una copia de la obra del Louvre), el cual esta trabajado de buenas maneras y lo tiene muy querido Baccio Bandadori, por el amor que tiene en nombre de Andrea, pero sobre todo por el gusto que tiene del arte de la pintura. Hizo otra variante de la virgen a Leonardo del Giocondo, hoy al lado de Piero su hijo; e hizo a Carlo Ginori dos no muy grandes, comprados por el Espléndido Ottaviano de Médicis en la venta de sus enseres, y uno lo hizo llevar a su casa de Campis, donde hizo construir una gran casa, con cultivos más de rey que de ciudadano privado, otro tiene en sus habitaciones en Florencia Bernardetto su hijo, con mucho otras pinturas modernas, hechas por muy excelentes artistas, verdadero hijo de su padre, que menos no honra y considera las obras de famosos artistas, con las que se deleita, favorece y agrada a todo talento y espíritu honrado.
El fraile de los servi encargó a Francia Bigio una de las escenas del patio; (#) Aún no había terminado el panel, cuando Andrea nervioso, porque le parecía que el Francia manejaba los colores al fresco mejor que él, rápidamente por competir hizo los cartones de dos historias, en la esquina entre la puerta del lado de San Bastiano y a mano derecha a la que se entra en los Servi, y puesto a colorearlos con mucho cuidado. En una hizo la Natividad de la virgen, (#) donde se ve una composición de figuras bien proporcionadas en una habitación, figurando algunas de las comadres y parientes que vienen a visitar a la mujer del parto, con estas prendas de vestir propias que se empleaban a su tiempo. Y por el otro lado junto al fuego hizo las mujeres que lavan allí a la virgen, también quienes limpian pañales y otros asuntos. Y entre otros, un niño que se calienta al fuego, muy vivo, y un viejo que descansa en un camastro, que está muy natural. Y por otro lado está llena la historia de mujeres que ofrecen cosas de comer, y en el aire putti que arrojan flores, con todas las figuras, con su aire, los tejidos y cada cosa con gran dulzura, más allá del color muy suave, que parecen carne, y las figuras más vivas que pintadas. Similar es la otra donde Andrea hizo al los tres Magos (#) a pie, que muestran que poco les queda, teniendo solo el espacio entre las dos puertas, donde está la historia de la Natividad de Cristo de mano de Alesso Baldovinetti. En esta historia Andrea puso al tribunal de tres reyes detrás, con carruajes y muchos enseres y mucha gente que les acompaña; entre estos en la esquina están retratados de natural a tres personas, con ropas y prendas de vestir a la florentina: uno es Iacopo Sansovino que observa a quien mira el cuadro, y otro apoyado sobre él que tiene un brazo en escorzo y señala, es Andrea maestro de la obra, y otra cabeza de perfil detrás de Iacopo, es el Aiolle el músico. (Francesco di Agnolo di Piero Aiolle) Pinta también a niños que suben por las paredes, para ver pasar los magníficos y extravagantes animales que traen con ellos los reyes. Esta historia es similar a la otra ya dicha de bondad, y sobrepasó incluso allí a Francia.
Hizo por este mismo tiempo una tabla en la Abadía de San Gaudenzio (#) para dichos monjes, que en verdad muy bien hecha está. Hizo aún para los monjes de San Gallo, un tabla de una anunciación de la virgen (#), en la cual se ve un esfumado de colorido muy agradable, y determinadas cabezas de ángeles, que acompañan a Gabriel, con dulzura y hermosura, y la belleza y el aire de los rostros llevados perfectamente. Y bajo aquélla, hizo una predela, Iacopo de Pontormo, entonces su discípulo, que dio a saber en esa edad joven, de las hermosas obras que a continuación haría, y están en Florencia de su mano.
Hizo Andrea por este tiempo, un marco de figuras no muy grandes a Zanobi Girolami, en la que está una historia de José (#) hijo de Jacob, que terminó con gran diligencia, y que se tuvo por una muy hermosa pintura.
Hizo para los hombres de la Compañía de Santa María de las Nieves, detrás de las monjas de San Ambrosio, un tablilla con tres figuras: la virgen, San Juan Bautista y San Ambrosio; que con el tiempo se llevó y se puso sobre el altar de dicha compañía.
Había tomado gran familiaridad con Andrea por su virtud, Giovanni Gaddi, que luego se hizo clérigo de la curia, que por tener una gran afición al arte del dibujo, de continuo le encargaba a Iacopo Sansovino. Y agradándole las maneras de Andrea, le pidió hacer para él un marco de la virgen, muy bonito; llevando alrededor ornamentos y otros ingeniosos trabajos, la consideraron como la pintura mejor de las que había hecho hasta entonces. (Los expertos le encuadran esta obra, #)
Hizo después de éste, otro marco de la Virgen, a Giovanni de Paulo, mercader, que por haberlo servido, se sintió de continuo obligado con él, por los elogios que escuchaba decir de esta obra, mostrándola a todo el mundo ya fuera entendido de arte o no.
Hizo a Andrea Sartini un marco con la virgen, Cristo, San Juan y San José, (¿#?) trabajado con diligencia, que siempre se consideró en Florencia una pintura muy loada. Estas obras le habían enriquecido tanto el nombre, que en su ciudad, entre muchos jóvenes y viejos que pintaban, se consideraba de los más excelentes utilizando los colores y pinceles. Como Andrea se vio honrar, y aún que poco cobraba por las obras se encontraba bien, holgado de continuo se defendía de la miseria que sufrimos los vivos, tanto él como a los suyos.
Por este tiempo en la calle San Gallo se encontraba casada una bellísima joven con un sombrerero, la cual, raspa de carácter, y no menos altiva y soberbia, aunque fuera nacida de pobre, y vicioso padre, a la que le agradaba ser entretenida y deseada de otros. Y entre ellos, de amor estaba poseído el pobre Andrea, el cual del tormento de quererla había abandonado los estudio del arte y en gran parte las ayudas a su padre y madre. Habiendo contraído una muy grave enfermedad, el marido de ella murió. Andrea no tardó, viendo la ocasión, y sin consejo de amigos, sin resguardo en la virtud del arte, ni en la belleza del talento, ni en el grado que había adquirido con tanto trabajo, sin decir nada a nadie, la tomó por su mujer (se casó en 1518) a Lucrezia de Baccio del Fede, este era el nombre de la joven, pareciéndole que sus bellezas lo merecían, y considerando mucho más el apetito del espíritu que la gloria y el honor, del cual ya tenía tanto andado. Cuando se supo por Florencia esta noticia, se cambió el amor que tenían sus amigos, en odio, pareciéndoles que con el color de esta mancha, había obscurecido largo tiempo la gloria y el honor de su preclara virtud. Y no solamente esta cosa fue causa de preocupación de sus amigos, porque en poco tiempo mudó la paz en él, volviéndose celoso y al quedar en manos de persona sagaz y apta de revenderle mil veces y hacerle soportar cada cosa. Ya dado el veneno de las enamoradas adulaciones, él no hacía más que lo que ella quería. Y abandonando enteramente a sus pobres viejos, comenzó a ayudar a las hermanas y al padre de ella. Y quien sabía de estas cosas, se apenaba de ellos, y acusaba la simplicidad de Andrea, viendo tanta virtud descuidada, y reducida a depravada necedad; y tanto cuánto los amigos antes le buscaban, muchos por el contrario ahora le huían. Y aunque los aprendices quisieran enterarse de algo a su lado, no hubo nadie, ni joven ni mayor, que por ella, con malas palabras o con hechos, no fuera despectivamente tratado; y a él que vivía en este tormento, le parecía sumo placer.
En en este tiempo era Gobernador de las monjas de San Francisco de vía Pantolini, un monje de Santa Croce, de la orden menor, al que le divertía mucho la pintura, y las monjas teniendo necesidad para su iglesia de un tabla; por lo que el monje que conocía a Andrea con pocos ruegos obtuvo que se comprometiese a hacerla, y aún convino un precio muy pequeño; y esto más del poco pedir de Andrea, que de el espíritu del monje de poco gastar. En esta tabla pintó la virgen en alto, sentada en una base de ocho caras, y en las esquinas de aquéllas unas harpías (#) que le están adorando. La figura tiene al cuello el hijo, que con aptitud muy bonita le abraza con un brazo tiernamente, y en el otro tiene un libro apretado está observando dos putti desnudos, que la ayudan a sujetarlo, y que están alrededor y le forman como un ornamento. A la derecha hay una figura de San Francisco muy buena, donde se reconoce la bondad y la simplicidad en su rostro, con unos pies muy bonitos así como los tejidos, en los qué Andrea les da unos pliegues muy ricos y con algunas ondas muy suaves, siempre contorneaba las figuras para que se entreviera el cuerpo; la otra figura es un San Juan Evangelista figurando joven, escribiendo el Evangelio, imagen no menos bella que las otras. También hay un humo de nubes transparentes sobre la composición y las figuras que parece que se mueven. Entre las cosas que trabajó, hoy esta obra se la tiene por muy bella. Hizo a Nizza el carpintero un marco de la virgen, considerado no menos que las otras obras suyas.
Se deliberó por el Arte de Mercaderes hacer de madera triunfos para poner sobre los carros, al uso antiguo; los cuáles deberían ir en procesión la mañana de San Juan Bautista, en lugar de algunos palios y cirios, que como reconocimiento de las ciudades cada año vienen a la plaza ante el duque y sus magistrados, para en ese día ser reconocidos. Entre estos Andrea hizo al óleo al claroscuro muchas historias que fueron muy alabadas; siguiendo en hacerlos cada año alguno, para que al final cada ciudad tuviera el suyo; que la verdad habría sido una enorme pompa.
Mientras que las muy bellas obras de Andrea adornaban su patria y le daban cada día en el arte mayor nombre, los hombres que controlaban a la Compañía del Descalzo consultaron el que Andrea debía de terminar la obra del patio donde él, ya había hecho la primera historia del Bautismo de Cristo; que no se cansaron mucho en convencerlo, porque Andrea era persona muy fácil y servía de mejor grado a las personas bajas, que aquéllas a las que tenía que tener respeto. Y puesta mano en esta obra, siguió de manera continua, mientras hizo dos historias, en las que trabajó primero el acceso para adornar la puerta que entra en la Compañía dos figuras, que fueron una Caridad (#) y una Justicia, realmente dignas de sus manos. Dónde mostró en cuánto había mejorado en el arte, desde la primera historia del Bautismo al principio de aquéllas. Siguió las historia de otro lado, dónde hizo a San Juan que predica a las turbas (# con la justicia al lado), historia realmente bonita, por las muchas y distintas figuras de los fariseos, quiénes admirados oyen las nuevas palabras del precursor de Cristo; figuró a San Juan como una persona adusta, apta para esta vida que hizo, con un aire en el rostro que muestra todo espíritu y consideración. Pero muchos más se empleó el talento de Andrea en hacerlo cuando bautiza en el agua al pueblo (#), los cuales se desnudan, y los demás esperan que termine y les toque el turno. Por lo que mostró cuanto afecto y ardiente deseo hay en las aptitudes de los que se aprestan a quitarse el pecado. Están trabajadas al claroscuro, que representan figuras de mármol que viven verdaderas.
( Nota agregada en la edición Giuntina >> "Debo decir que mientras Andrea se ocupaba de las pinturas, aparecieron circulando grabados en cobre de Alberto Durero, y que nuestro pintor copió de ellos figuras, poniéndolas a su manera. Esto hace pensar a algunos que está mal servirse de las cosas buenas de otros, y que si Andrea no tenía imaginación." )
Tenía una gran voluntad en este tiempo Baccio Bandinelli, al que se tenía muy considerado como dibujante, de aprender a pintar al óleo; y conociendo que nadie en Florencia era mejor que Andrea para mostrarle la manera, le rogó que le hiciese un retrato y de buen grado se lo hizo que se parecía mucho en su edad (#), que está hoy día en su casa. Y con esto aprendió a colorear, luego a continuación, o por la dificultad, o por no ocuparse, comenzó a pintar, y no continuó con la escultura.
Hizo un marco a Alexandro Corsini pleno de puttis alrededor de la Virgen, en el regazo con el niño al cuello (Quedan copias # # #), el cual se llevó con gran arte y unos colores muy agradables. Y aún hizo, una cabeza muy bonita a un mercader que tenía tienda en Roma, y que era muy amigo suyo.
Le gustó mucho la obra de Andrea, a Giovan Batiste Puccini, y como deseaba tener algo suyo, tomando familiaridad con él, le pidió hacer un marco de la virgen, para enviar a Francia, luego resultó muy bella y la retuvo para él y no lo envió (#); lo tiene él con mucho honor, por no ser menos que otras obras de el suyas. Y como hacía en Francia muchos asuntos, se le encargó a comisión que enviara allí pinturas excelentes; para lo que encomendó a Andrea, un marco de un Cristo muerto, que tenía algunos ángeles alrededor que lo apoyaban con aptos piadosos, y mientras contemplaban a su hacedor, en tanta miseria, por los pecados de los hombres (Perdido), que acabado se tuvo en Florencia como cosa excelente. Pero más se alabó en Francia por su rey y cosas de estos señores y otros que lo animan, encendieron en el rey el deseo de tener obras suyas, ordenó que se hicieran más, tal comisión fue causa de que Andrea fuera convencido con el tiempo por los amigos, y decidiese ir poco después a Francia.
Vino el año 1515 de Roma el Papa León X, (Juan de Médicis) el cual al tercer año de pontificado, el tres de Septiembre de su papado, concedió la gracia de hacerse ver en Florencia, en la cual se dio para recibirle una fiesta muy espléndida. Y verdaderamente se puede decir que no se haya dado nunca una pompa en los arcos, fachadas, templos, colosos y otras estatuas, más suntuosa y más bonita. Porque entonces florecía en esta ciudad principal los más bellos y elevados talentos, que haya habido en algún tiempo. Donde a la puerta San Pier Gattolini en la entrada, hizo a un arco historiado Iacopo di Sandro y Baccio de Monta Lupo; y en San Felice en la plaza, hizo otro Giulian del Tasso, y en Santa Trinita estatuas y la meta de Romulo; en el Nuevo Mercado la Columna Trajana; en la plaza ´Signores, hizo un templo a ocho caras Antonio, hermano de Giuliano de Sangallo, y Baccio Bandinelli hizo a un gigante en la galería; y entre la Abadía y el palacio del Podestà, hizo un arco Granaccio y Aristotile; y en la esquina de Bischeri, Rosso hizo uno hermoso de orden y figuras. Pero lo mejor de todo, fue la fachada de Santa María del Fiore de madera, trabajada de mano de Andrea al claroscuro, además de las consideraciones que tuvo la arquitectura hecha de Iacopo Sansovino, con algunos bajorrelieves, de escultura y de figuras redondas, juzgó el Papa que no debería ser diferentemente cuando de mármol se hiciera el edificio, y que las historias fueran también como esos dibujos. También Iacopo hizo en ese lugar de Santa María Novella un caballo, similar al de Roma, excelente. Y se hicieron infinitos adornos hechos para la sala del papa, y los adornos llenos de la vía de la Scala, trabajo de muchos autores y en gran parte dibujada de mano de Baccio Bandinelli.
Terminado esto, de nuevo le buscaron para hacer otro marco para Francia, y sin muchas penas lo acabó. En el cual hizo a la virgen muy bonita,(#) que se envió rápidamente, y con ella, los negociantes obtuvieron cuatro veces más, que les costó.
Había pedido hacer entonces Pier Francesco Borgherini a Baccio de Agnolo en madera tallada los respaldos, cassoni, (arcones de boda) sillas y la cama, cosa preciosa para mobiliario de una habitación, y a Andrea le pidió hacer una parte, de figuras no muy grandes, y dentro los hechos de José hijo de Jacob (#, #) en competencia con algunas que había hecho el Granaccio # #, y, Iacopo de Pontormo # # #, que son muy bonitas. Y Andrea se esforzó tomándose su tiempo, que salieron mucho más perfectas que las otras, siendo de una gran variedad las cosas que están en las historias, y poniendo de manifiesto cuánto varía él en el arte de la pintura. Tenían tanta bondad que en el asedio quiso arrancarlas Giovan Batiste della Pala de donde estaban, para enviarlas al rey de Francia. Pero porque estaban clavadas, de suerte que toda la obra se dañaba se quedó en el mismo lugar, con un marco de la virgen, que es tenido como cosa muy excelente. Hizo por entonces una cabeza de Cristo, que la tienen los monjes de los Servi sobre el altar de la Anunciación. (#, #)
Estaban, en San Gallo fuera de la puerta, en las capillas de la iglesia, hechas otras dos tablas de Andrea junto a muchas otras, no comparables a la suya, y al tener que hacer otra los monjes y los dueños de la capilla, creyeron que se debía encargar a Andrea, el cual la comenzó rápidamente, y en aquélla hizo cuatro figuras erguidas, que disputan de la Trinidad. (#) Los cuales son éstos: San Agustín, con un aire africano, que con vehemencia mueve el vestido de obispo, hacia San Pedro Mártir, el cual tiene un libro abierto, con un aire orgullosamente terrible, la cuál cabeza y figura es muy buena; al lado de un San Francisco, que con una mano tiene un libro y la otra se la pone en el pecho, y expresa con la boca abierta un determinada fervor y entusiasmo, que parece que se sale en este razonamiento; y un San Lorenzo que escucha, y como joven cede la autoridad. Hizo de rodillas dos figuras, una es María Magdalena con muy bellas ropas, donde está retratada su mujer; pues que no hacía caras de hembra en ningún lugar, en las que a ella no la pareciese, y si tenía otra también la cambiaba, para de continuo verla y tanto de ella le daba este aire, que no parecía saber hacer más que su rostro. La otra figura es un San Sebastián, el cual desnudo muestra las espaldas, que no parecen pintadas, sino carne muy viva. Y ciertamente entre tantas obras, los artistas la tienen como su mejor óleo. Porque se ven en ella una gran observación de las medidas de las figuras y un método muy ordenado y con un aire de realidad en las cabezas, con dulzura alli en los jóvenes y crudeza en los viejos, y mezclado de unos y otros en los medianos de edad, y unos tejidos y manos que eran muy bellas; la cuál tabla se encuentra con otras en la esquina de los Alberti, en San Jacopo entre Fossi.
Estaba ya cansado Andrea, no de la belleza de su mujer, sino de su forma de vida, y reconociendo en parte su error, dado que no levantaba cabeza, y trabajando continuamente no lograba algún beneficio, ya que el padre ella y todas las hermanas se lo comían todo, y aún que se había acostumbrado a tenerlos, esta vida no le agradaba. Conocido esto, algún amigo que le quería, más por su virtud, que por los modos tenidos, comenzó a tentarlo con que debería cambiar de nido, que haría mejor, y que dejase a su mujer en algún lugar seguro y luego la llevara con él, y que podría más honor y comida con querer hacerlo, y dejando con cosas de su arte a muchos en segundo lugar. Casi se dispuso a querer corregir este error, y no pasaron muchos días sin que le viniera una gran ocasión para volver de nuevo a un alto grado, como antes de que tomara mujer. Ya eran considerados en Francia los dos cuadros que Andrea les había enviado, gustando al Rey Francisco I, y muchos le hicieron considerar más que algunos otros de Lombardía Venecia y Roma que fueron presentados a Su majestad; que ni en color, ni en dibujo se acercaban a los de Andrea ni un poco, llevando mucha más manera moderna que los otros. Se dijo al rey que Andrea llegaría a Francia y que de buen grado serviría a Su majestad; por lo que este dió la orden, y escribió a Florencia y se le pagó los dineros; y así con Andrea Sguazzella su ayudante, alegremente se fue a Francia. Y llegados a salvo a la corte, el rey gratamente les recibió alegre y sincero. No pasaron sin probar el primero día la muy liberal cortesía de este príncipe, ofreciendo ropas, dineros y otros regalos. Andrea comenzó ganando el reconocimiento de la corte, muy agradecido haciendo que pareciera que de su parte lo habían llevado de una infelicidad a una felicidad muy grande, y que se vió la obra sus maneras y la facilidad de colorear que hacía asombrar a todos, retrató de natural al Delfín hijo del rey, nacido hace pocos días, y que terminado y presentado al rey le dio una subvención de 300 escudos de oro, siguió trabajando e hizo una Caridad para el rey, (#) tenida por extraordinaria en la cual trabajó mucho, conocida del rey fue muy apreciada durante su vida, este lo reconfortaba a quedarse, que no le faltaría lo que desease, pues le agradaba la rapidez con la que trabajaba Andrea y una determinada humildad que le satisfacía con cada cosa que le fuera dada. Y a la corte también satisfacía mucho, pues hizo muchas cosas y otras obras, habiendo considerado de donde partió y la suerte donde lo había conducido, tendría que haber alcanzado aparte de las riquezas, un enorme grado.
Mientras trabajaba un marco de un San Jerónimo en penitencia para la madre del rey, llegaron un día un manojo de cartas, otras habían llegado antes, enviadas de Lucrezia su mujer, que le aguardaba en Florencia afligida de su partida; y aún que no le faltaba y que Andrea había enviado dineros y dado orden de que se construyese casa detrás la anunciación, dándole esperanza de volver cada día, no pudiendo ayudar a los suyos como hacía antes, escribió con mucho amargor a Andrea, mostrándole cuan alejado estaba, y que aún que en sus cartas dijese que permanecía bien, ella no dejaba nunca de estar afligida y no dejaba de llorar continuamente. Y al arreglar palabras muy suaves, aptas para levantar la naturaleza de este pobre hombre, que la amaba lamentablemente, con las que pretendía siempre recordarle algunas cosas muy dolorosas, que hizo en este medio hombre y loco al entender que, si no volvía, la encontraría muerta. Ablandado, golpeado como con un martillo, eligió mas la miseria de la vida, que lo útil y la gloria y el renombre en el arte. Y porque en este tiempo él había logrado guardar algo, y vestidos regalados del rey y otros barones de la corte, y que ahora se le parecía mil años lo que tardara de volver de nuevo, para ver a su mujer. Donde pidió al rey para ir a Florencia a arreglar sus asuntos y pretender llevarse consigo a la mujer a Francia, prometiéndoles que llevaría a su vuelta sus pinturas, esculturas y otras cosas bonitas de este país. Para lo que tomó dineros de los reyes que le tenían confianza, les juró por el Evangelio volver de nuevo en pocos meses;
Y llegado a Florencia afortunadamente, y gozando de su mujer algunos meses, e hizo muchos beneficios al padre y a las hermanas de ella, pero no a los suyos, que no volvió nunca a ver; y en el espacio del tiempo, murieron en la miseria. Era ya acabado el tiempo de volver, y entre la albañilería y darse agrados sin trabajar se consumió los dineros suyos y los del rey. Por lo que al querer volver de nuevo, fue arrostrado más que antes de las lágrimas y ruegos de su mujer, en más que la fe, y su necesidad que merecen las cosas de un gran rey, el cual enterándose de eso, se enfadó mucho, que nunca más quiso saber de él, y durante mucho tiempo de pintores florentinos, jurándose, que si llegara a tenerlo a mano, más pena que bien le causaría, sin respeto ninguno a su virtud. Andrea permaneció en Florencia, y de un alto grado, venido a uno insignificante, dejaba pasar el tiempo.
Cuando marchó para Francia los hombres del Descalzo consideraron que no volvería más, y le tenían encargado todo el resto de la obra del claustro a Francia Bigio, que ya les había hecho dos historias (#,#); pero, viendo a Andrea en Florencia, le preguntaron si quisiera seguir. Y él retornó a la obra de muy buen grado continuándola; y en aquélla hizo cuatro historias, sucesivamente, dónde está prisionero San Juan delante de Herodes #, el cual está muy apropiado; en otro, hizo la cena y el baile de Herodías #, con figuras muy arregladas y a propósito; e igualmente hizo la degollación #, en las cuales, está medio desnudo el verdugo que le cortó la cabeza a San Juan, una figura dibujada excelente, de igual manera que los otros; hizo cuando a Herodías le presentan la cabeza, (#,) dónde algunas figuras están llenas de estupor que son maravillosas, hechas con consideración muy a propósito. Durante un tiempo fueron objeto de estudio y escuela de muchos jóvenes, hoy venidos a excelentes en este arte.
Hizo sobre la esquina que se toma para ir al convento de los monjes de Jesús, fuera de la puerta de Pinti, un tabernáculo, que permaneció tras el asedio de Florencia el año 1530 en pie, y no se destruyó como otras cosas por su belleza; Está la virgen sentada con un muchacho en el cuello y un San Juan niño que se ríe, hecho con un arte muy grande y trabajado al fresco perfectamente, muy considerado por muchos por su vivacidad y por su belleza (ya perdido quedan copias #). Y la cara de la Virgen es el retrato de su mujer de natural.
Hacía entonces en Francia muchos negocios de mercancías Bartolomeo Panciatichi el Viejo, y deseoso de dejar memoria en Lyon, pidió a Baccio de Agnolo que Andrea le pintase una tabla para que se la enviara allí, en cuál quería una Asunción de la virgen con los Apóstoles alrededor del sepulcro. (#) Cuando Andrea estaba finalizándola, la madera se abrió por varios sitios; por lo que quedó sin terminar cuando le llegó la muerte. Bartolomeo Panciatichi el Viejo la tuvo en su casa, como digna obra realmente de elogio, por las muy hermosas figuras de los Apóstoles, además de la virgen con un coro de putti que la rodean, sin otros niños que la sujeten y que la tienen con una gracia singular. Y en una cumbre de la tabla está entre los Apóstoles retratado Andrea con un espejo que pasa por vivo vivo.
En el huerto de los monjes servitas esta entre dos esquinas en alto, se ven dos historias de la Viña de Cristo, cuando la planta la ata y la cava, con este padre de familia que pone a algunos obreros ociosos, entre los cuales está uno que mientras le pide entrar a trabajar se frota las manos, bien hecha, pero mucho más bella es la otra, cuando les da el sueldo y murmuran; está uno que cuenta los dineros, que es una bella figura, que pone atención a ver lo que le toca, y aún el criado que los paga el sueldo. Están hechas al claroscuro trabajadas al fresco, con un gran destreza y practica (ya perdidos quedan copias #). Y no terminando este trabajo, que hizo una Piedad coloreada en el noviciado, al fresco, en un nicho arriba de una escalera, muy bonito (al parecer sigue allí, en los Salvi)
Había tomado con Andrea mucha familiaridad Zanobi Bracci, el cual, deseoso de tener una pintura de su mano, le pidió que le hiciera un marco para una habitación, y Andrea le hizo a la virgen, que arrodillada se apoya a una roca contemplando a Cristo que colocado encima de unos tejidos, la observa sonriendo; y está erguido un muchacho, que es San Juan, que hace señal a la virgen mostrando ser el hijo de Dios. Y detrás de él se apoya san José con la cara sobre los brazos, (#) al lado de la roca, que parece que se le alegra el alma, en ver la generación humana haber pasado por este nacimiento divino.
Fue encargado de Julio, cardenal Médicis, por favor del Papa León, de hacer trabajos de estuco y de pintura para la sala grande del Poggio a Caiano, palacio y casa de los Médicis, sito entre Pistoia y Florencia, equidistando a unas diez millas de ambas; y dado la comisión de pagar los dineros, como hacer provisión y de revisar lo que se hacía, al Espléndido Otaviano de Médici, como a persona que entendía de esto y muy amigo de los artistas, divirtiéndose siempre de tener pinturas de distintos maestros. Le dieron de encargo que fueran excelentes obras, y le dio, al principio toda la obra de pintar a Francia Bigio, luego que Andrea hiciera un tercio y los otros dos tercios divididos, a Iacopo de Pontormo y otro a Francia. Ni con la solicitud que los empleaba, y el dinero que les pagaba, aunque fuera conveniente decirles que ellos fueran a por él, esta obra no llegó al final. Incluso Andrea con toda diligencia terminó solamente en una fachada una historia, con César cuando le son presentados el tributo de todos los animales. (#) En la cual, deseoso de superar a Francia, y a Iacopo, puso mucho trabajo, extrayéndonos una perspectiva espléndida, y con unas escaleras muy difíciles, desde las que se llega a donde está sentado el César. Y no le faltó adornarlo con estatuas, e hizo variedad de figuras que llevan distintos animales, como una figura Indiana que lleva sobre los hombros una jaula extraída en perspectiva, con loros dentro y fuera, que es cosa muy rara; y otros que guían cabras indias, leones, jirafas, leopardos, linces, ciervos, monos y moros y otras bonitas fantasías, terminados con un arte muy perfecto y coloreados al fresco divinamente. Se ve una gracia en la manera de toda la obra que asombra. También pintó sentado sobre la escalera un enano que tiene en una caja un camaleón, que no se puede imaginar en el deformidad muy extraña de su forma, la bonita proporción que le dio. La obra quedó sin terminar por llegar la muerte del Papa León. Y así bien que el duque Alejandro de Médici mientras que vivía deseaba que Iacopo del Pontormo lo terminara, no pudo hacer mucho nunca, sin ponerle la mano, que la verdad es mala suerte de quedar sin terminar esta obra, siendo la villa de campo mas hermosa del mundo.
Regresando a Florencia, Andrea hizo en un marco una media figura desnuda de San Juan Bautista (#?) que es muy bonito, el cual se lo pidió hacer Giovani Maria Benintendi, hoy en su casa. Mientras que las cosas suyas pasaban de esta manera, suspiraba recordando las cosas de Francia, anhelaba mucho esos tiempos; y si él hubiese pensado de poder tener perdon de los fallos cometidos, no hay duda de que él habría hecho cuantos esfuerzos necesitara. Para intentar suerte, al pensar quizás que por su virtud podría ser absuelto, se puso a trabajar e hizo a un marco con un San Juan Bautista medio desnudo,(#?) para enviarlo al Grande Maestre de Francia, para que fuera mediador con el rey y hacerlo volver de nuevo a la gracia perdida; pero desalentado de los mercaderes no se lo envió, al contrario se lo vendió al Espléndido Otaviano de Médicis. El cual lo consideró siempre mientras que vivió, junto con dos cuadros de la Virgen, que hizo de la misma manera, y que hoy permanecen en su casa.
Le hizo ponerse a trabajar, Zanobi Bracci, en un cuadro para Monseñor de San Biause, en el cual, puso gran diligencia por ver si fuera causa de poder recuperar la gracia perdida con este rey, al que deseaba volver a servir. Hizo un cuadro a Lorenzo Iacopi aún, de mayor tamaño que el habitual, con la virgen sentada con el niño en brazos, y con dos figuras que la acompañan, (# la virgen de la Scala museo del Prado) las cuales están sentadas en una escalinata, pero de dibujo y colorido es similar a las otras obras suyas.
Vino el año 1523 que en Florencia llegó la peste y por algún otro lado del campo, y Andrea asustado no sabía dónde retirarse. Trabajó un marco muy bonito y muy alabado a Giovanni de Agostino Dini, con la virgen muy bella, que es por muchos considerado hoy como una preciosidad. Y después a Cosimo Lapi le hizo un retrato de natural muy comentado. Era ahora muy amigo suyo Antonio Brancacci, quien tenía intereses con las monjas de Luco en Mugello, que estaban deseosas de tener un tabla que fuera honorable, Antonio buscó a Andrea, y acordaron que él huyera de la peste a Mugello con las monjas, mientras les hacía el trabajo. Y con este trato tomó la mujer una hijastra, con la hermana de su mujer, y un aprendiz, y marchó a Mugello; dónde ya tranquilamente, puso mano en esta obra, y al recibir de estas mujeres cada día nuevas cortesías, él con muy gran tesón se colocó a trabajar esta tabla. En la cuál hizo un Cristo muerto, y la virgen llorándole, San Juan Evangelista y la Magdalena, (#) figuras que respiran y con tanto alma que parecen vivir. También se percibe el tierno cariño de este Apóstol y el amor de la Magdalena llorando, y el dolor intenso en la cara y aptitud de la virgen, quien, al ver el Cristo, que parece realmente en relieve de carne muerta, hace temer de miedo a San Pedro y asombra a San Paulo que contempla esta pasión. Y allí en esa obra se conoce cuánto se divertía acabándola y perfeccionándola con arte. Por lo que más nombre ha dado tal obra a este monasterio, que todas las demás, y en todo lo gastado. Por lo que hizo bien, en escapar y poner la vida fuera de peligro, y estas mujeres mejor, por el renombre que ellas adquirieron, aunque muchas veces estuvo en peligro mientras que Ramazzotto, jefe de una partida de Scaricalasino, había intentado llevársela con asedio, para llevarla a Bolonia y darla a San Michele in Bosco a su capilla.
Mientras, vuelto de nuevo a Florencia, esperaba atender sus trabajos, Becuccio Bicchieraio Gambassi muy amigo suyo, deliberó enviar a Gambassi un tabla de su mano, para dejar este recuerdo, el cuál Andrea acabó, dónde está la virgen en el aire con su hijo al cuello, y abajo cuatro figuras, San Juan Bautista la Santa María Magdalena, San Sebastián y San Roque (#), trabajo muy honorable; y en la predela retrató de natural a Becuccio (#) y la mujer, que están muy vivos.
Hizo a Zanobi Bracci un marco muy bonito para la capilla de la villa de Rovezzano, dentro la virgen que amamanta al niño y un San José, (dicen el original el del palacio Barberini en Roma #, también una copia en el Prado, # y alguna otra de difícil atribución #) que se escapan por el relieve de la tabla, hoy en Florencia en la habitación de Micer Antonio su hijo, al que le divierte esta pintura, y aprecia como digna y meritoria.
Hizo Andrea en este tiempo en el claustro del Descalzo dos historias, en una a Zacarías que figura cuando el sacrificio y enmudecido al ver aparecer el ángel, historia muy bonita; y en otro la visitación de la Virgen, llevadas a cabo admirablemente una y otro.
Está en casa de los Médicis en Florencia el retrato del Papa León y el Cardenal Julio de Médici con el reverendísimo Rossi hecho por el gracioso Rafael de Urbino, (#) al pasar Federico segundo duque de Mantua por Florencia que iba a visitar Clemente VII, viéndolo sobre una puerta, le gustó extraordinariamente, tanto que pensó en hacerlo suyo, gustando de las pinturas excelentes; y al visitar al Papa, se lo pidió a Clemente y este que era largamente generoso se lo dió. Escribieron los secretarios a Florencia al Espléndido Ottaviano de Médicis, en la que gobernaba el Espléndido Hippolito y el duque Alejandro, para que lo embalase y lo hiciera llevar en Mantua. Incomodó mucho a Ottaviano privar a Florencia de una pintura tal, y no se podía creer que el papa la había dado tan rápidamente, y le respondió que no faltaría en servir al duque, sino que los adornos era malos y que había pedido hacer un marco nuevo, y que estaba a mitad, que había que terminar de dar el pan de oro, y luego lo mandaría seguro a Mantua. Y rápidamente Ottaviano, mandó por Andrea, que sabía cuánto valía en pintura, y secretamente le dice como el marco debía ir, pero que no había otro remedio, que falsificar uno similar con diligencia, y hacer el presente al duque, y retener ocultado este de Raffaello. Prometió Andrea hacerlo, y rápidamente pide hacer un marco similar, fue Andrea a la casa de Ottaviano y secretamente trabajó; y en eso trabajó tanto Andrea, que Micer Ottaviano entendido en este arte cuando estuvo terminado, no los conocía, luego que Andrea imitó hasta las manchas de suciedad como estaban. Ocultado este de Raffaello, se envió adornado el similar a Mantua seguro; Quedó satisfecho el duque Federico, en ver que lo alababa Giulio Romano, discípulo de Raffaello, quien, creyendo ciertamente de su mano, en esta opinión estuvo muchos años. (la copia # , El mismo Vasari realizó otra copia #)
Se produjo que uno que estuvo con Andrea cuando se hizo esta obra criatura de Ottaviano, y llegó a Mantua, donde fue agasajado de Giulio, este le mostró antigüedades y pinturas suyas, y terminando acabo como reliquia enseñándole este marco. Por lo que al verlo el amigo de Giulio le dijo: "es una hermosa obra, pero no es de Raffaello". ¿"Como que no?" - dijo Giulio - "Reconozco los toques de pincel que trabajé sobre el?" "las habéis olvidado" - respondió el amigo - "esto es de mano de Andrea del Sarto y, para demostrarlo os diré que detrás hay una señal que se hizo, para que no se intercambiasen en Florencia cuando estaban juntos". Volvió el marco Giulio y vista la marca, se encogió de hombros diciendo estas palabras: "no lo tengo menos, que el de Raffaello, al contrario ciertamente de más, porque está fuera de la naturaleza, aún siendo excelente, imitar la manera de otro y hacerlo similar él". Baste que se conoce la virtud de Andrea sólo y acompañado, y por orden de Micer Ottaviano satisfecho el duque y no fue privada Florencia de una obra así de digna, la cual tuvo muchos años, pues se la regaló el duque Alejandro, y él la regaló al duque Cosme, donde está ahora y se puede ver en palacio con las otras pinturas famosas.
Mientras que hacía esto, hizo un retrato para Micer Ottaviano, en un marco, la cabeza de Julio cardenal de Médicis, que fue a continuación el Papa Clemente, igual que la de Raffaello, muy hermoso, y que regaló Micer Ottaviano al Obispo viejo de los Marzi.
Por este tiempo Micer Baldo Magini da Prato deseoso de hacer a la Madonna delle Cacere, en su castillo, una bella pintura, y pidió hacerle, para memoria suya, en adorno con mármol un marco muy hermoso, dónde quería colocar aquélla. Y entre muchos artistas buenos que fueron colocados delante, no se ponía de acuerdo, lo fue Andrea como más celebrado y en verdad más con experiencia que los otros. Se produjo que ponían a un Niccolò Soggi Sansovino, que tenía amistad con amigos de Micer Baldo en el Prato, delante para esta obra, y que no podía mejorarse, si no de él, y él convenido con hacerlo mucho mejor que los otros, le prometía servirlo. Se envió por Andrea a Florencia, quien subió a Prato a caballo con Domenico Puligo y con otros de sus amigos pintores, al creer que por su dibujo le encargarían la obra, y se encontró que Niccolò había vuelto el espíritu de Micer Baldo, y asi delante suyo, Niccolò dijo a Andrea que apostaba dinero en algo de pintura a que él lo hacía mejor. Andrea que sabía cuánto valía Niccolò, respecto de él se reía de su locura, y de que fuera de poco espíritu, les respondió: "Tengo aquí a mi aprendiz, que no sabe mucho arte, si quieres apostar yo lo haré por él de buen grado y pondré los dineros, pero no vas a apostar con migo en nada: porque si te superó, no sería honor, y si yo perdiese sería una enorme vergüenza". Y dijo a Mizer Baldo que le diera la obra, que agradaría a quien viene al mercado en Prato, y se volvió a Florencia.
Le encargaron en este tiempo un tabla para Pisa, en cinco cuadros, de ponerse en la iglesia de la Virgen de Santa Inés, pegada a las paredes de esta ciudad, entre la ciudad vieja y el Duomo; y en cada uno de ellos hizo una figura, entre San Juan Bautista (#) y San Pedro (#) puso en medio a la virgen haciendo milagros; en otros está Santa Catalina Mártir (#) y Santa Inés (#) y Santa Margarita (#); y cada figura sola, hacen maravillas por su belleza a cualesquiera que los observa, pues son las más bellas mujeres que pintó nunca.
Tenía Micer Iacopo monje servita, que liberar un voto de una mujer, y le había dicho que en favor que le hacía, que pidiera pintar sobre la puerta que sale al lado del claustro, dónde está la sala capitular de la anunciación, una figura de la virgen; y encontrando a Andrea, le dice que tenía que gastar unos dineros y que sí bien no era mucha suma, era mejor dejar una excelente obra en su lugar que viera todo el mundo, y que sí bien lo útil a veces nos hace cómodos, no es menos el honor que se gasta continuamente después de muerto. Donde Andrea entró en el deseo del lugar y poco de la obra, que no había si no tres figuras, empujado de gloria más que del precio, lo tomó de buen grado; y puso sus manos en ello, e hizo al fresco a la virgen sentada, muy bella, con el hijo encima, y con José apoyado en un saco, que con un libro abierto lee. (#) Dónde ingenió hacerse conocer en tal trabajo, con un absoluto arte y perfecto dibujo, y una gracia y una bondad de color, además de la gracia de las cabezas, y de la vivacidad y el relieve de estas figuras, mostrando a todos los pintores florentinos haberlos sobrepasado, y haber avanzado con mucho en lo hecho hasta ese día, que es lo que abiertamente se conoce con la vista sin otros elogios innecesarios, que los autores y otros atentos espíritus continuamente lo celebran, como cosa muy extraordinaria.
Faltaba al Patio del Descalzo solamente una historia, para quedar terminado enteramente; y como Andrea, que había engrandecido la manera, por haber visto las figuras que Miguel Ángel Buonarroti había comenzado y ya terminadas para la sacristía de San Lorenzo, puso mano a lo pendiente de esta última historia, dónde iba el nacimiento de San Juan de Bautista, el cual está terminado dando muestras de su mejora, ciertamente de elogio dignísimo y esperado, pues las figuras son mucho más bonitas que todas las otras que se habían hecho, con más relieve y más gracia que todas las otras. Viéndose a una mujer que lleva el niño nacido a la cama, donde está Santa Isabel que es una hermosa figura, y está Zacarías que escribe, con un papel sobre una rodilla, teniéndolo con una mano y con otra escribiendo el nombre del hijo, que no le falta otra cosa que respirar. Está una vieja sentada sobre una tarima, que se ríe del parto de esta otra vieja, que de aptitud y afecto, muestra mucho de lo que haría la naturaleza (#).
Terminada esta obra, ciertamente digna y honrada, hizo por mandato del general de Valle Ombrosa, una tabla, que se puso sobre Valle Ombrosa en una altura de una ladera llamada "le celle", donde estaban algunos monjes separados de otros, para hacer principal abstinencia. En la cual hay cuatro escenas alabadas y bellas, en una está San Juan Bautista y San Juan Guilberto su hermano, y en otra un arcángel San Miguel, con San Bernardo el cardenal y su hermano; y están por en medio algunos putti que la verdad no pueden ser mas vivos ni más bonitos.(#, #)
Tuvo el encargo Giuliano Scala, de pedir hacer para Serrezana, un tabla, éste la pidió a Andrea, en cuál hizo muchas figuras, con la práctica de su dibujo, coloreado y gracia, con la virgen sentada y el niño en brazos y dos medias figuras de rodillas arriba, a San Celso y Santa Julia, San Onofre y Santa Catalina, San Benito y San Antonio de Padua y San Pedro y San Marcos, que fue tenida y aún se considera como cosa de lo mejor entre lo suyo ( # , destruida en Berlin durante la II guerra mundial). Siguió con un medio tondo, que hacía sobre Juliano, por un resto que le debían pagar estos hombres, el cuál se colocó en los Servi en la tribuna donde está el coro en su capilla, con la virgen Anunciada del Ángel, muy bonita.(#)
Pasó mucho tiempo desde que los monjes de San Salvi, con sus discordias y otras cosas importantes del general y abades que llevaron el desorden a este lugar, tanto como, la última cena que a Andrea encargaron, cuando les hizo el arco con las cuatro figuras, nunca se habían hablado del asunto ni resuelto de hacerlo; y venido un abad que se divertía más que los otros de las obras virtuosas, teniendo letras y mucho juicio en las cosas, deliberó que Andrea terminara esta obra, de la cual, ya era obligado, no hizo resistencia. Y haciendo los cartones y puesto en marcha, en no muchos meses, trabajando a su placer un pedazo para luego volver a otro trozo, la terminó. El esta obra se tuvo ciertamente como la más fácil y el más vivo color y dibujo que hiciera nunca, dando tamaño y majestad a estas figuras, con una gracia perfecta de maestro. Además de asombrar a quien la vió terminada (#), fue causa de que en las ruinas de asedio de Florencia el año 1529, cuando los soldados encargados de quien regía el estado, arrasaron todos los barrios fuera de las puertas, sin respetar hospitales, ni iglesias, u otros bonitos edificios, arruinado el barrio de la puerta de la Cruz y llegados a San Salvi, arruinada la iglesia y el campanario, y comenzado a enviar a tierra el convento, llegado al refectorio donde está la última cena, los soldados y otros, quienes demolían, viendo esta milagrosos pintura, abandonaron la empresa y no la tiraron, sin palabras tenía fuerza para templar el furor de las armas, sospecho, induciendo él, a llevar reverencia y respeto, no siendo gente de la profesión que conociese su bondad.
Hizo a una Compañía de San Jacobo, de los que era vecino, un estandarte para la procesión, dónde hizo a un San Jacobo, que hace caricias en la barbilla a un muchacho vestido de flagelado, y otro niño que tiene un libro en la mano, (#) pintura loada por su bien hacer.
Estaba cerca de Valle Ombrosa en un casa, un empleado de los monjes; que tenía voluntad de ser retratado de Andrea para ponerlo en un lugar, donde el agua corría, teniéndolo acondicionado y con pérgolas y otras imaginaciones. Andrea que era muy amigo suyo, le complació, y habiéndole sobrado colores y cal y un teja similar de aquéllas, Andrea llamó el Lucrezia su mujer y le dijo "Ven aquí, que como sobraron estos colores, te quiero retratar, que se vea a tu edad cuanto te has conservado, y se conozca cuanto ha cambiado tu efigie de los primeros cuadros". No quiso ponerse, por lo que Andrea que le parecía cerca su fin, con un espejo, se retrató así en un teja, (#) que es muy vivo y natural, hoy lo tiene su mujer en su casa.
Retrató a un canónico pisano, muy amigo, con una cabeza muy natural y bien hecha, hoy en Pisa.
En este tiempo había empezado Andrea para la Soberanía de Florencia los cartones que tenían que colorearse, para hacer los respaldos en la tribuna de la plaza, con mucha y hermosa imaginación, sobre los barrios de la ciudad, con todas las banderas de los Cofrades sujetadas de algún putti, con ornamento de todas las virtudes, y con los ríos y los montes que pertenecen a esta ciudad. Cuando comenzó, quedó sin terminar por llegarle la muerte.
Del mismo modo empezó una tabla para la Abadía de Poppi, de los monjes de Valle Ombrosa, que llevó muy adelante, y dentro la virgen de la Asunción con muchos putti y San Juan Guialberto y San Bernardo Cardenal, con Santa Catalina y San Fidel.(#) Que está puesta hoy en dicha Abadía, con otras muchas cosas inacabadas por cuenta de su muerto; e igualmente le pasó a una tabla no muy grande que terminada debía ir en Pisa (#).
Y mientras trabajaba en estas cosas, se divertía siempre teniendo entre manos muchas cosas comenzadas. Había tomado Andrea amistad muy grande con Giovan Battista della Palla, quien, deseoso de llevarlo a Francia, el cual gastó en tres años que estuvo en Florencia muchos cientos de escudos al comprar cosas hechas de escultura y pintura, y todas notables cosas, y si no podía tenerlos, las hacía copiar y de este modo desnudó a Florencia de infinitas cosas elegidas, sin ningún respeto, solo para encargar al rey de Francia un palacio y adornarle las habitaciones con las más excelentes cosas que pudiera encontrarse. Y convino con Andrea, hacer pues dos cuadros, de los cuáles hizo cuando Abraham quiere matar en sacrificio a Isaac: (# , # , #) extraordinario en lo suyo, que se juzgó que él no había hecho uno mejor nunca. Porque se veía en a esta figura del viejo, esa constancia de espíritu y esa fe que no le asustaba matar al hijo, y al levantar el arma, volvía la cabeza a un ángel, que parece que le diga que pare el golpe; de belleza no se puede hacer mejor, por las prendas de vestir, la aptitud y el calzado y otras cosas que de este viejo tienen una enorme majestad. Y se ve desnudo en hermosa y tierna edad a Isaac, que por el temor de la muerte casi se le veía temblar y morir antes de tocarle el cuchillo, y por terminar imitó el cuello, colorado del calor del sol, y el resto del desnudo muy candoroso por haber estado cubierto de tejidos. Y un carnero entre los espinos y los tejidos de Isaac en tierra, verdaderos mas que pintadas, además de algunos esclavos desnudos que observaban un asno que pastaba, con un paisaje que muestra a quien observaba esta pintura, de no ser diferente este a como Andrea lo había trabajado. Se vendió esta pintura después de su muerte y de la captura de Batista, a Filippo Strozzi. La cuál fue digna de regalo a Alfonso Dávalos marqués del Vasto, y el marqués lo hizo llevar a la isla de Ischia vecina a Nápoles y está en algunas habitaciones en compañía de otras dignas pinturas. En el otro pintó una Caridad muy bonita con tres putti, (#) similar de bondad al Abraham mencionado, que compró de su mujer después de su muerte, Domenico Conti pintor, que la vendió a continuación a Niccolò Antinori, que lo considera extraordinaria y que lo es realmente
Deseoso el Espléndido Ottaviano de Médici de tener un marco de su mano, viendo cuánto mejoraba, y Andrea que deseaba hacerle el servicio, conociendo cuánto fuera considerado como los beneficios recibos y por haberlo tenido siempre protegido como talento bueno en la pintura, deliberó servirlo. Y le hizo un marco muy bonito, con la virgen que en tierra con un muchacho sobre las piernas a caballo, girando la cabeza a San Juan niño, quien sujetado de un vieja, figurando por Santa Isabel, está muy vivo y natural, (#) con cada detalle, diligencia y arte, dibujo y gracia así trabajó. Y durante el asedio fue a encontrarlo y decirle que había terminado el marco, y le respondió Micer Ottaviano que lo diese a cualquiera que quisiera, que no estaba en circunstancias y tenía en peligro la vida, y ocupado el espíritu en otra cosa que pinturas, que lo disculpara, y que se lo agradecía. Andrea le respondió : "lo he trabajado para usted, y vuestro será siempre, si no lo quiere ahora, yo se lo guardaré". "Vendedlo y serviros de dineros - respondió Micer Ottaviano - que sé lo que me digo". Y Andrea lo conservó hasta el final del asedio, y aunque se lo pidieron no lo vendió nunca; y vueltos los Médicis a Florencia, se lo volvió llevar a Micer Ottaviano, el cual lo tomó de buen grado y agradecido del acto, le pagó el doble quedándole deudor de favores por siempre. La obra está hoy en habitación de la Señora Francesca su mujer, hermana del reverendísimo Salviati, quien no tiene en menos consideración, las bonitas pinturas que le dejó el Magnífico su marido, en conservarlos y en preocuparse de los amigos de él.
Hizo otro cuadro casi similar al de la Caridad ya dicho a Giovan Borgherini, con la virgen, dónde hay un San Juan niño que a Cristo da una bola, figurando el mundo, (#) con una cabeza de San José muy bonita.
Vino en tener grandes deseos viendo la cabeza de ese Abraham, Paulo da Terra Rossa, amigo muy grande universal de todos los pintores y persona muy agradable, que Andrea le hiciese en un pequeño marco, una copia de ese. (#) Y él, al no poder negarse a esta persona, de buen grado se colocó a servirlo. Y acabó y lo hizo tal, que en su pequeñez, no era inferior por el tamaño al original; por lo que le llevaron a casa de Paulo y le plació, y les preguntó el precio para pagarlo, al considerar que debía costar lo que realmente valía, se preparó a pagarle todo lo que le pidiera por bien servirle. Andrea le pidió una miseria, que Paulo con vergüenza y, encogiéndose de hombros, le dio lo que él pidió. En virtud de lo cual fue enviado a Nápoles y *** con tal honor como la más hermosa pintura que hay.
Cuando el sitio, algunos capitanes se fugaron con los salarios, así que pidieron a Andrea que los pintara, y también a algunas personas rebeldes huidos en el Palacio del Podestà. Andrea dijo que se los mandaba a un aprendiz llamado Bernardo de Buda, porque no quería que le pusiesen el mote, como Andrea del Castagno, apodado De los ahorcados. Y así hizo un gran mampara, pero entraba y salía de noche para que no lo vieran, y los llevó de una manera, que viven y parecen naturales. Los soldados fueron pintados en la fachada de la plaza donde el mercado viejo cerca de la Condoccta, los hechos hoy en día no se ven, porque los encalaron, de igual manera hicieron con los que se encontraban en el palacio del Podestà, que terminó él, aunque les dio el nombre de Bernardo que durante el día subía y bajaba, para que lo vieran
Y mientras que Florencia se estaba llenando de soldados que venían de los campos, las vituallas escaseaban sumándose a las estrecheces del asedio algunos lasquenetes con apestados entre ellos, que dieron a la ciudad al terror de más infecciones que otros años, Fuese por el temor este o por la costumbre de ira al mercado viejo todas las mañanas a comprar, como lo es para la mayoría en Florencia, se mezcló, o porque se hartó de comer mucho, un día cayó gravemente enfermo, y sin tener remedios, aunque no fueran necesarios, fue mucho peor el extremo del mal. Postrado en la cama, su mujer estaba asustada, creyendo que fuese la enfermedad de la peste, permanecía lo más retirada que podía. Por lo que Andrea, dicen, que murió miserablemente, sin que nadie se enterase. Y así, con muy pocas ceremonias, en los Servi, cerca de su casa, se le dió sepultura.
Sus discípulos fueron infinitos, aunque muy poca gente permaneció allí mucho, por causas ajenas a las suyas, sino por su mujer misma, que con frecuencia los mandaba dándoles tormento, sin respetar a nadie. Entre los que estuvieron Iacopo da Puntormo hoy excelente maestro, Andrea Sguazzella, (Cellini) que en Francia ha elaborado un palacio en París, que es muy alabado, manteniendo siempre su manera aprendida, el Solosmeo; Pier Francesco di Jacopo di Sandro, que en Santo Spirito hizo tres cuadros (# #, ¿la resurreción? con mucha más calidad # los más, actualmente lo dan a Piero di cosimo) igualmente Francesco Salviati, que en Roma, en la Misericordia, la Compañía de los Florentini, y en Santa Maria de Anima de los Tedescos hizo una capilla, y para Italia y para el duque Cosme en Florenza hizo un hermoso espacio con frescos y con él, estuvo Giorgio Vasari de Arezzo de compañero, aunque poco tiempo, y que como tiene obras dispersas en toda Italia, y ser bien conocidas, no deben mentarse aquí. Igualmente Iacopo de ´l Conte, de Florencia, y Nannoccio que se encuentra ahora en Francia, con el cardenal Tornon, y que feliz trabaja.
Le dolió mucho la pérdida de Andrea a Tribolo, el escultor, gran amigo, que hoy ha realizado obras de escultura en el Castillo para el duque Cosimo, muy honrado, igualmente a Iacopo, pintor, que mientras que trabajó, se valió de sus cosas como aparece en sus obras, y la máxima en la fachada del Cavalier Buondelmonti en la Plaza de Santa Trinita.
Se hizo heredero a su muerte, de los dibujos y sus cosas, Domingo Conti, quien, deseoso de darle los honores que se merece después de su muerte, trabajó con la cortesía de Raffaello da Monte Lupo, que hizo muy ornamentado un marco de mármol, y que en la iglesia de los Servi fue encastrado en un pilar, con este epitafio, realizado por el gran literato Pier Vittori joven entonces:
aprox. Andrea Del Sarto de admirable ingenio, pintor de talento comparable a los antiguos, Su discípulo Domenico Conti reconociendo su dedicación en agradecimiento. Vivió 42 años, Murió el año 1530
Pero algunos ciudadanos trabajadores, lo retiraron de pura ignorancia, de unos amigos honrando su memoria, y lo arrancaron del lugar donde estaba porque no tenía permiso, y que no ha sido devuelto a su lugar. Queriendo quizá la fortuna ponernos de manifiesto, que no solamente sus influencias pueden en nuestra vida, sino incluso en las memorias después de muerto, aunque a despecho suyo, sean para vivir las obras suyas, y estas letras mías que algún tiempo le mantendrán en la memoria.
Baste que fue de espíritu bajo en las obras de la vida, y buscando satisfacerse, le agradaba el comercio de las mujeres, lo que no quita que en el arte fuera de talento elevado, e ingenioso y práctico en cada obra. No solo adornaba con su trabajo los lugares donde está, pues fue de una enorme ayuda a quienes le encargaron, en su estilo, en el dibujo y en el color, siendo quien menos errores cometió de los pintores florentinos, pues llevaba perfectamente las sombras, y las luces. y los esfumados, en la oscuridad de las cosas. Pintaba con mucha dulzura y muy vivo, y muestra su método de lavado al fresco, todo en uno, y sin retocar demasiado en seco, que parece hecho todo el trabajo en un mismo día. Por lo que pueden los autores toscanos para ejemplo en cada lugar, teniendo su trabajado unidad, concederle estar entre los más celebrados de los talentos, enorme elogio y honrada palma.