Piero
de la Francesca
Pintor del Borgo Santo Sepulcro
Texto traducido de "las vidas de los mas excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos desde Cimabue a nuestros tiempos", descritas por Giorgio Vasari, Edición Torrentina de 1550
Infelices son quienes sólo se ejercitan en los estudios
y esperan día y noche aclarar las cosas difíciles
de las bellas artes, para dejar renombre en el mundo, y por la enfermedad
no logran dar final y perfeccionar su honrado trabajo. Llegándoles
la muerte, entonces
la presunción de otros vuela largo robándoles y apropiándose
sus sudores, asignándose con la piel del asno el muy glorioso hábito
del león. Y
aunque el tiempo que es el padre de la verdad, tarde o temprano devuelve de
nuevo la luz, mientras tanto se frustran los espíritus virtuosos de
no tener la gloria merecida. Así
como se frustro durante decenas de años Piero de la Francesca, de Borgo de
San Sepolcro. El
cual, se tiene por maestro raro y divino resolviendo el dibujar los cuerpos
regulares, con aritmética y geometría, sobreviniéndole
en la vejez la ceguera corporal y muriendo, no pudo iluminar sus trabajos
y muchos libros escritos por él, y que en Burgo, su patria, aún se
conservan. Y
quien con todas sus fuerzas debió mantener la gloria y aumentar su
renombre, por haber aprendido todo lo que él sabía, no como reconocedor
y fiel discípulo, sino como astuto y malvado, cancelando el nombre del preceptor,
usurpándole en todo, poniendo a su nombre, todos los esfuerzos de este
venerable viejo, esto hizo fray Luca del Borgo (fray
Luca Pacioli). Que además de las ciencias
dichas, sobre todo fue un excelente pintor muy honrado y querido universalmente
junto con otros de su tiempo.
Este nació en el Borgo dicho, que ahora es ciudad, y lo llamaron de
la Francesca, por su madre, siendo que su marido murió estando embarazada,
y siendo ella quien lo alimentó y enseño con solicitud y diligencia,
dejando al destino obrar en la fama que le esperaba. Piero
en su juventud estudió matemáticas, aunque a los 15 de años ya iba
derecho encaminado a ser pintor, no dejó ya nunca de estudiarlas. Al
contrario, haciendo maravillas
en ellas y en la pintura, le dió empleo Guidobaldo da Montefeltro Duque
viejo de Urbino para muchos proyectos, donde
adquirió en aquella corte crédito y nombre, pero quiso hacerse conocer fuera.
Trabajando en Pesaro y en Ancona,
le vino el renombre suyo a oídos del duque Borso;
llamándolo
a Ferrara, donde en su palacio le hizo pintar muchas habitaciones, arruinadas
a continuación por el Duque Ercole el viejo para construir un palacio moderno,
de manera que en esta
ciudad no queda suyo mas que una capilla en San Agustín trabajada al fresco,
e incluso por una gran humedad no está en buenas condiciones.
Estas obras le dieron a conocer al Papa Nicolás V, (Los
recibos de los pagos dicen que fue Pio II) que lo llevó
a Roma, y le hizo trabajar en palacio dos historias en las habitaciones superiores,
en disputa con Bramantino de Milán
(Alberto Suardi);
las
cuales fueron al suelo con el Papa Julio II, para que Raffaello de Urbino
pintase la Prisión de San Pedro (#)
y el milagro del Corporal de Bolsena (#),
junto a algunas que tenía pintadas Bramantino de Milán, pintor muy excelente
en su tiempo; y
que al no poder escribir la vida de las obras particulares,
que para mala fortuna suya se han perdido, por deuda quiero hacer estos comentarios
en su memoria en prueba de su virtud. De
determinados testigos he oído extraordinarios elogios de retratos de natural
hechos por él en las escenas, bonitas y bien conducidas, que lo único
que le faltaba era la palabra para darles la vida. Y
vi en Milán, sobre la puerta de la iglesia del Santo Sepulcro, un Cristo muerto
en escorzo; en cuál, aún que toda la pintura no tenga un brazo de altura,
en la brevedad del espacio quiso mostrar la longitud imposible con la facilidad
y virtud de su talento (#).
Son aún de su mano en dicha ciudad, en la casa del Marquesino Ostanesia, habitaciones
y logias con muchas historias trabajadas por él con práctica y resolución
y con una enorme fuerza en escorzos de las figuras, con historias de cosas
romanas acompañadas con distintas poesías. Y fuera de la Puerta Versellina,
cerca del castillo, hizo algunos establos hoy arruinados y estropeados, con
algunos servidores cepillando caballos, de los
cuales uno parecía tan vivo y bien hecho, que otro caballo, al considerarlo
como verdadero, le dio muchas coces.
Pero volviendo a Piero de la Francesca, terminando en Roma las obras suyas,
se volvió de nuevo a Borgo, por haber muerto su madre; en la parroquia hizo
un fresco en a la puerta del medio, con dos santos, que se tiene por cosa
muy bonita. En
el convento de los monjes de San Agustín pintó la tabla
del altar mayor , que fue muy elogiada (fracionado
está repartido y perdido #,
#,
#,
#
#
#,
#,
#),
y trabajó al fresco a nuestra señora de la Misericordia (Antes
o despues, pintó el panel también llamado de la misericordia #)
para una cofradía; y en el Palacio
del Conservador pintó una Resurrección
de Cristo,(#) tenida
entre las obras de esa ciudad y de todo lo suyo la mejor. Pintó en Santa María
de Loreto (Frescos perdidos),
en compañía de Domenico de Venecia.
Y fue llevado a Arezzo por Luigi Bacci, ciudadano aretino, y pintó en San Francisco en su capilla del altar mayor, que había comenzado la bóbeda Lorenzo de Bicci (Bicci di Lorenzo su hijo). En la cual están las historias de la Santa Cruz, desde que los hijo de Adán, al enterrarlo, le colocan bajo la lengua la semilla del árbol (#), de cuál nacerá esa madera; hasta la exaltación de la a Cruz, hecha por el emperador Heraclio, que al llevarla sobre el hombro a pie y descalzo, entro con ella en Jerusalén; (#) donde hay muchas bonitas cosas a considerar y ciertamente con muy digna aptitud, tal que la verbigracia que tienen las prendas de vestir de las asistentas de la Reina Saba, (#) llevadas con una manera suave y muy nueva; con muchos retratos del natural de personajes antiguos muy vivos; y con columnas corintias divinamente medidas; y un villano que, apoyado con las manos en la pala, está con diligencia escuchando hablar a Santa Elena, (#) mientras que las tres cruces eran desenterradas, que no es posible mejorarlo. Y el muerto que por la Cruz resucita; y la alegría de Santa Helena, y quienes maravillados por la circunstancias que se arrodillan a adorar. Pero sobre cualquier otra consideración de talento y arte, esta el tener pintada la noche y un ángel en escorzo, que baja volando con la cabeza por delante con la señal de la victoria a Constantino, que duerme en un pabellón observado de algunos hombres armados (#) obscurecidos por las tinieblas de la noche, que con su misma luz ilumina el pabellón, a los armados y todos los alrededores. Con enorme discreción allí Piero da a conocer en esta oscuridad cuanto importa imitar las cosas verdaderas, haciéndolas creíbles. Que al hacerlo muy bien, dieron los modernos en seguirlo e imitarlo alcanzando el alto grado en el que se tienen hoy sus cosas. En esta misma historia está expresado eficazmente por él en una batalla muy grande el miedo, la animosidad, la destreza, la fuerza, el afecto y los detalles excelentes en cuestión entre los que combaten con una masacre casi increíble de heridos, caídos y muertos. (#) Donde Piero ha representado en el fresco el lustre de las armas, lo que merece precisamente un gran elogio. Así como la otra cara de la capilla donde está la fuga y la inmersión de Majenzio, con un grupo de caballos en escorzo, (#) tan maravillosamente conducidos que para su tiempo bien puede decirse demasiado bellos y demasiado excelentes. En esta misma historia hizo un sarraceno mitad desnudo, sobre un caballo esbelto con una calidad anatómica, que no es de su tiempo. Y mereció por esta obra que Luigi Bacci, (él, con Carlo y más de sus hermanos, y muchos Aretinos florecientes en las letras entonces, que en torno a la ejecución del rey todos posan de natural), a quien ampliamente le gustó y lo recompensó, ganando para siempre la reverencia de esta ciudad a la que había hecho brillar.
Se deleitaba mucho haciendo modelos de tierra, a los que les ponía
tejidos suaves, para retratarlos con infinitos pliegues. Hizo en el obispado
de dicha a ciudad a una Santa María Magdalena (#)
al fresco, al lado de la puerta de la sacristía; y un San Bernardino
en una columna (no aparece en la edición
Giuntina), que se tiene como cosa muy bella. A
la compañía de la anunciacion
en dicha ciudad le hizo un estandarte para llevar en procesión ; y
en Santa María de las gracias a extramuros, les pinto en el claustro, sentado
en perspectiva, un San Donato; y
en San Bernardo, para los monjes de Monte Oliveto, una figura de San Vicente
en un nicho en lo alto de la pared, que tiene un enorme relieve, muy
bonita y considerada por los artistas. Pintó
en Sargiano, lugar de los monjes calzados de San Francisco en las afueras
de Arezzo, una capilla donde hay un Cristo en el huerto orando por la noche,
que se tiene por muy bueno.
Fue muy estudioso en el arte, y en la perspectiva valía tanto, que
ninguno era mejor en las cosas del conocimiento de Euclides,
y
era el mejor geómetra trazando los giros en los cuerpos regulares,
los mayores conocimientos sobre estos temas vienen de su pluma,
por esto
su discípulo el maestro Luca dal Borgo monje de San Francisco
escribió
sobre la geometría de los cuerpos regulares. Y
viendo en vejez a Piero que había compuesto muchos libros, el Maestro Luca
los hizo imprimir, y
en todos le usurpó la autoría, como ya se dijo, pues quedaron en sus
manos luego después de muerto el Maestro Piero. Trabajó
aún en Perugia muchas cosas (en la edic.
giuntina describe este poliptico #).
Fue muy gran amigo de Lázaro Vasari aretino,
quien imitó siempre su manera, buen maestro
de pequeñas figuras.
Fueron discípulos de Piero, Lorentino de Angelo aretino, quien imitando su manera, hizo en Arezzo muchas pinturas, y terminó las que dejó comenzadas Piero con su muerte; como en el claustro de Santa María de las gracias a las afueras de Arezzo, cerca del San Donato que pintó Piero, trabajó las historias de San Donato Laurentino al fresco. Pintó capillas en San Agustín y en San Francisco en Arezzo, y en la ciudad muchas obras del mismo modo, y fuera en la campiña pintó muchas figuras para ayudar a su familia que estaba por ese tiempo muy pobre. Se dice que, estando cerca de carnavales, sus hijos le rogaban que hiciera la matanza del cerdo, por ser costumbre en este país; y al no tener Lorentino, le molestaban los niños diciendo: "no tiene dineros, padre, como haremos para comprar el cerdo?" Lorentino respondía: "algún santo nos ayudará", y por más vueltas que dió buscando la manera y no apareciendo en esto que vino finalmente un campesino del Pieve a Cuarto, que por un voto, quería que le pintaran a San Martin, pero no tenía otra cosa que un cerdo que valía cinco liras. Encontró a Lorentino y le dijo que tenía que hacer esta obra, y que no tenía más que el cerdo para retribuirle; se entendieron, le hizo el trabajo y se llevó el cerdo a su casa, diciendo a sus hijos que San Martin lo había ayudado.
Fue su discípulo un Piero da Castel della Pieve, (creen que pudiera ser El Perugino) que hizo en Borgo un arco con un San Agustín, y pintó en Arezzo en las monjas de Santa Catalina a un San Urbano Papa, hoy perdido por rehacerse la iglesia. Del mismo modo fue su discípulo Luca Signorelli da Cortona, el cual le hizo más que ninguno una gran honor. Fueron también las pinturas del Maestro Piero Borghese en el año de 1458, y se dice que por un mal de catarro que tuvo a la de edad de 60 años se quedó ciego, hasta los años 87 que vivió.
Dejó
Piero en el Borgo buena escuela, y casas que había construido, que en parte
fueron quemadas y destruidas el año 1536. Su muerte fue muy sentida por muchos
ciudadanos, que le enterraron en el pieve, hoy obispado de esta ciudad;
y mereció títulos de los artistas de mejor geómetra de los tiempos suyos,
porque quizás tengan sus perspectivas la mas moderna manera, y dibujo y gracia
incluso mejor que los otros. Este fue investigador de muchas simplificaciones
y facilidades de la dificultad en las modalidades de las cosas geométricas;
como abiertamente pueden verse en los libros de su composición,
conservados la mayoría en la librería de Federico II Duque de Urbino; que
junto al renombre de la pintura, aportaron a Piero
nombre inmortal. Por lo que no le faltaron luego quien
lo haya honrado de estos versos: